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Expertos miran con preocupación agudización de violencia extrema

¿Quién no ha vivido alguna vez, una situación que le genere una ira irracional que despierte nuestros peores demonios? Esta emoción es una reacción natural, una respuesta instintiva, ante situaciones en las que nos sentimos de alguna manera amenazados. Pero, qué sucede cuando no podemos controlar estos arranques. En los últimos días se dieron casos de agresividad extrema, lo que alertó sobre cuán normalizada está la violencia en nuestra sociedad.

La sociedad paraguaya recientemente ha sido testigo de varios sucesos de violencia, que se repiten en diferentes puntos del país y que tienen como factor común principal, los arranques de ira y la incapacidad de esas personas para contener esas reacciones.

Personas que llegaron al extremo de asesinar a sangre fría, violentar bienes ajenos, realizar amenazas de tiroteo masivo, por citar algunos de los últimos sucesos acontecidos en nuestro país en las últimas semanas.

El caso que más conmocionó al país, sucedió en la localidad de Independencia, Guairá, en donde un alumno asesinó a su profesora, Sofía Rodríguez (44) en plena clase. El joven de 16 años ya está preso, imputado y su caso marcó un antecedente clave.

Leé más: Tras asesinato de docente, MEC reconoce que medidas anti violencia son paliativas

Un adulto mayor destrozó vehículos estacionados frente a su casa, por su pleno convencimiento que la calle le pertenecía. El caso de Santiago Aguadé disparó una gran intensa discusión en relación a la importancia de respetar los espacios públicos y la no apropiación de la vía común.

Un conductor de Bolt que atropelló y mató a un motociclista porque éste le rozó el espejo lateral de su vehículo, fue detenido por la Policía. Mediante videos de circuito cerrado, se evidenció que no sólo atropelló al motociclista, sino que lo persiguió hasta embestirlo fatalmente. Pese a esto, el joven aseguró que no hubo intencionalidad de matarlo.

Estas reacciones desmedidas ante situaciones de enojo por parte de personas que pierden el control sobre sus emociones, alarman a los especialistas que monitorean los índices de violencia.

En Latitud25 conversamos con profesionales que nos ayudan a entender cuales son los factores que inciden en el comportamiento de una persona, cómo ayudarlos y si es posible reducir el incremento de estas reacciones desmedidas.

La ignorancia del poder de nuestras emociones

Es normal en la vida cotidiana enfrentarte a episodios que te generen sentimientos negativos como reacción a situaciones de estrés o frustración. Aunque, cuando estas emociones no pueden ser controladas, podría convertirse en un potencial problema, no solo para la persona que la vive, sino también para el entorno que lo rodea.

Podemos decir, por lo tanto, que la violencia exacerbada que vivimos hoy en día es el resultado de varios factores, y si bien existen características que el ser humano trae consigo, influye lo que vemos, consumimos y no sabemos cómo gestionar.

La falta de empatía para con el otro, ignorancia del poder de nuestras emociones y la importancia de conocerlas, aceptarlas y adaptarlas, son parte del problema principal de estos episodios de violencia, según describió la psicoterapeuta, Paola Alonso, especialista en

“Este tipo de hechos nos llaman de manera urgente a dar la importancia que se merece la salud mental. Desde los centros educativos, donde se puede dar un seguimiento y acompañamiento a los alumnos, desde sus diferentes conductas, sean llamativas o no”, comentó Alonso en referencia a los últimos sucesos ocurridos en nuestro país. 

Priorizar la salud mental, aun sigue siendo una tarea pendiente y un arduo trabajo para los profesionales de la salud, principalmente por las barreras que ponen las personas a la hora de buscar o recibir ayuda, restándole importancia por ser una “dolencia” intangible.

Paraguay y su historial de violencia

Históricamente hablando, Paraguay viene de un proceso sociopolítico autoritario, donde ha respondido siempre a la ley de “el mbareté”(el más fuerte). Donde no solo el régimen ejercía una autoridad violenta y agresiva, sino que además, existía una cultura de la violencia en las familias y los entornos sociales, que normalizaba las agresiones domésticas hacia las mujeres y niños.

Este círculo de violencia social, perpetúa la conducta agresiva en las personas, ya sean éstas varones, mujeres, niños y niñas.

“Me arriesgo a decir que estamos hoy en el momento de ´el grito´»- dijo la socióloga Diana García, haciendo referencia a la normalización de la conducta de aquel que grita más fuerte para imponerse.

“Pareciera que existe una idea de que la violencia es el mecanismo para expresar, para manifestar, o de alguna manera normalizar por encima de las instituciones ciertas situaciones”, comentó.

García instó a analizar, si la situación de violencia que actualmente atraviesa el país, es la expresión del fracaso de la intervención estatal de políticas públicas. Esta problemática, podría ser un contraste de las debilidades institucionales, debido a la falta de mecanismos de cohesión social o un cambio.

Antes y después del encierro

“La pandemia cristalizó, mostró justamente las desigualdades que existen en nuestro país en el sentido de acceso a derechos básicos”, nos dijo Diana García.

De alguna manera, todos somos testigos de que a partir de la pandemia del Covid19, existe un antes y un después en el comportamiento humano. Conductas que se ven potenciadas por lo que conllevaron meses de encierro, cambios abruptos en la rutina, pérdidas humanas irreparables, entre otras situaciones, que dieron como resultado el incremento de personas con episodios de estrés, frustración, trastornos de ansiedad y depresión.

Especialistas en salud mental, advirtieron que seguiremos sintiendo estos “efectos de la pandemia” especialmente en los niños que sufrieron el aislamiento social. Hacen énfasis en la importancia que debemos brindar a los mismos, por ejemplo, acompañando el desarrollo para gestionar situaciones que los sobrepasan.

“Dar valor a las emociones de nuestros hijos. Ellos aprenden de eso, identifican, gestionan porque las reconocen, de ésta forma dan importancia a las emociones del otro, y se va creando la empatía”, aseguró la psicóloga Lucía Conci.

¿Existe manera de prevenir los arranques de ira?

“Si invertimos en primera infancia, la inversión en ´paliar´ adultos dañados sería mucho menor” – añadió Conci, quien ratificó la trascendencia que podría generar implementar la enseñanza de la inteligencia emocional desde la primera infancia teniendo en cuenta que, las bases de la vida de una persona, se construyen en esa etapa evolutiva.

Es importante tener en cuenta que los arranques de ira no son inevitables pero tampoco incontrolables. Existen estrategias y técnicas de manejo de la ira que van desde la respiración profunda, práctica de la relajación, comunicación asertiva y hasta búsqueda de apoyo emocional, en caso de que estos arranques se vuelvan recurrentes.

Con el apoyo adecuado, es posible aprender a controlar la ira y ayudar a estas personas a gestionar y regular las emociones de manera saludable y constructiva.

La influencia de las redes sociales

El uso de la tecnología, puede ser un arma de doble filo. Esto se debe a que las redes sociales forman parte de nuestra vida cotidiana, y si bien podemos utilizarlas de forma positiva, descubrir nuevos lugares, personas, mantenernos en contacto, también tiene su lado oscuro y que en muchos casos afectan a la salud mental, influyendo en el bienestar y la calidad de vida de las personas.

En este sentido, Alonso y Conci, coinciden en la importancia de los relacionamientos sociales reales – persona a persona – el estar presentes acompañando a nuestros seres queridos, generar confianza desde pequeños hablando del día a día, brindando tiempo de calidad, y dándole la importancia que se merecen a las emociones.

Por su parte, la socióloga Diana García, comentó que en Paraguay, necesitamos hacer un abordaje mas serio y basado en investigaciones, para poder debatir con propiedad sobre el grado de impacto que tienen las redes sociales en niños y jóvenes adolescentes.

Partiendo que los niños y adolescentes manejan otros códigos de lenguaje y socialización a partir de las nuevas tecnologías, es imperiosa la discusión temprana sobre los valores, de modo a convertirlos en adultos responsables afectiva y socialmente.

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