Estamos viviendo tiempos en los que la consciencia social hacia lo que implican los casos de abuso parecería ser un tema más recurrente en la discusión colectiva, lo que genera la sensación de que existe mayor prudencia y responsabilidad hacia cómo tratamos estos casos al abordarlos.
Incluso, dada esta coyuntura, muchas personas deciden compartir que fueron víctima de abuso sexual, violencia o acoso escolar en las redes sociales, de modo a incrementar la consciencia sobre lo que esto implica y quizás, hasta para buscar fuerzas para seguir adelante.
Sin embargo, hay otras personas que decidieron lo contrario, o que nunca quisieron denunciar lo que les ocurrió justamente para evitar la exposición, estigmatización y críticas.
Un caso particular
La joven víctima de abuso por parte de seis personas en Palermo, Buenos Aires, que ocurrió el pasado 28 de febrero, fue motivo de cientos de artículos y portadas de distintos medios. Ella emitió una fuerte nota a los medios de prensa, debido a la exposición desmedida que recibió.
En el siguiente apartado, recopilamos algunos fragmentos de la misiva que emitió a la prensa, haciendo no solo un reclamo contundente, sino además, llamando a la reflexión a la opinión pública sobre el morbo existente y la repetición de imágenes y datos, sin necesidad.
Lo que realmente me sorprendió y me duele muchísimo al punto de generarme terror y una angustia indescriptible (además claro, de la situación vivida) es la poca responsabilidad que han tenido los medios con la protección de mi identidad.
Estos últimos días no sólo han trasmitido en directo un video en el cual se ve mi rostro al descubierto sin ningún tipo de autorización, sino también que hoy en un canal han dejado ver mi nombre en un panel, sin ningún tipo de blureo ni nada por el estilo.
Si me preguntan cómo estoy a partir de esta situación, si antes me daba miedo salir a la calle, ahora me da pánico, tengo episodios de hipervigilancia y angustia desmesurada, tengo un diagnóstico de estrés post-traumático y lo único que quiero es poder recuperarme para continuar con todos los proyectos que tenía planificados y en la medida de lo posible retomar la vida normal que tenía antes de ser violentada.
Datos que no aportan nada
«La revictimización o segunda victimización se refiere al incremento, de manera innecesaria, de los prejuicios hacia una víctima, que resulta en daños psicológicos o en la afectación de sus derechos fundamentales. Este tipo de victimización puede ser igual o más dañina que la primera porque proviene de los sistemas o individuos que deberían proteger a la persona o asegurarse de que exista justicia», señala el Manual de Cobertura de Hechos con Víctimas de México.
En ese contexto, también podemos hablar de coberturas revictimizantes –según enumera el material- que consisten en prácticas comunes de los medios locales de prensa, con hechos que apuntan a grabar y fotografiar escenas de violencia, además de publicar la información sin el consentimiento de la víctima como su nombre o su dirección.
«Hacer reportajes agresivos o poco sensibles que puedan hacer que la persona se sienta poco digna o que corra peligro su seguridad (…) La forma en la que relatan un suceso puede llevar a la gente a responsabilizar a la persona por lo que le pasó. Suele ser común en casos de violencia sexual. Normalizar un hecho en donde se victimice a una persona», puntualiza el manual.
Vulnerar derechos de personas desprotegidas
La psicóloga feminista, Lourdes Ostertag, lamentó este tipo de acosos por parte de varios medios y asegura que es una constante que viene observando desde hace varios años.
«Desde la época en que yo trabajaba en el Ministerio de la Mujer, fui a acompañarle a una víctima a su revisión ginecológica. Medios amarillistas estaban acompañando el caso, estoy hablando de 10 u 8 años atrás. Le querían sacar fotos a la chica. Tuvimos que meternos corriendo al vehículo para poder huir», recordó.
Resaltó que muchas veces algunos periodistas quieren tomar fotos o hablar con una persona que no está en condiciones de conversar con la prensa, exponiendo a esa persona a ser el centro de cuestionamientos por parte del público, lo que se enmarca en la «violencia mediática».
«Eso es muy lamentable porque las personas se sienten vulneradas en sus derechos. Es una agresión. Esa es una violencia y se llama violencia mediática, eso está contemplado en la ley N° 5777. Evidentemente es algo que hace daño, ni qué decir cuando sale el nombre, la foto de la víctima, una y otra vez, o cuando se trata de un feminicidio y la víctima ya no está, la violencia se extiende hacia el entorno de su familia», refirió la especialista.
El por qué no se quiere denunciar
La especialista en salud mental dijo que cuando se trata de un caso que guarda connotación sexual tiene muchísimo más morbo, sobre todo cuando se hace referencia a la persona afectada.
«Siempre la duda cae en la víctima, por eso que muchas mujeres no quieren denunciar, ahí solamente son hechos de flagrancia. De alguien que vio, denunció en ese momento y fueron agarrados todos, pero cuando se da en un lugar oscuro donde nadie vio, siempre cabe la duda de qué hacía ella en ese lugar», sostiene Ostertag.
El escritor y abogado ecuatoriano Diego Chimbo Villacorte, escribió un material denominado «Libertad de expresión vs Revictimización».
En un apartado de su columna, refirió que «el derecho a la libertad de expresión, no puede ser absoluto, tiene límites que deben ser respetados. El ejercicio del periodismo no puede revictimizar, no debe recodarle a la víctima lo que sufrió, porque con ello, la obliga a volver a vivir lo que tanto le costó olvidar», resaltó.
Un sistema que violenta
En cuando a los daños que un hecho de violencia puede causar, Ostertag reconoció además que el estrés post traumático aparece comúnmente en personas que han sido víctima de violencia continua o de catástrofes. Que se cuente recurrentemente lo que sucedió solamente puede agudizar los síntomas de la víctima.
«Eso es echarle sal a la herida, ver la forma en que se comunica lo que a vos te había pasado una y otra vez, mencionando tu nombre y ni qué decir tu imagen», remarcó.
Asimismo dijo que es necesario hacer énfasis también en la revictimización que ejercen las autoridades que reciben la denuncia, desde la Policía hasta el Poder Judicial, ya sea por falta de capacitación o interés sobre tratar mejor estos casos.
«Yo he acompañado a varios casos en que no tenían ni un lugar privado donde la víctima pueda contar lo que pasó, ni siquiera esa privacidad hay para dar tu testimonio; entonces es revictimizada, en ese momento, en otra declaración, después en el juicio y la prensa que le espera a la salida del juicio», enfatizó.
Citó varias afectaciones que esta situación puede generar en la víctima, como el trastorno del sueño, depresión, trastorno del apetito, revivenciación de los hechos, padecer de hipervigilancia.
«La víctima vive atemorizada, puede tener palpitaciones, ataques de pánico, son hechos reales de personas que han vivido violencia. Todo eso se revive con las revictimizaciones de la prensa y de la justicia», concluyó.
La joven abusada en Palermo, en su interpelación pública a la sociedad, dejó varias preguntas sin responder, que merecen reflexión y que las transcribimos a continuación:
«¿Por qué seguimos consumiendo los mismos videos una y otra vez dando opiniones personales e incluso hablando de inconsistencias donde las fuentes son dudosas o no hay fundamentos?
Si estamos del lado de la damnificada, ¿Por qué permitimos que se filtren su identidad? (nombre, rostro, fisiología).
¿Cómo se sentirá la víctima y su familia al ver un episodio traumático y doloroso de su vida expuesto una y otra vez como un trailer de un policial?».