Mucho se habla últimamente en las redes sociales sobre las dificultades que surgen en las relaciones presentes. Abundan personas que carecen de inteligencia emocional, con miedo al compromiso, dificultad de expresar sus deseos o temor a establecer vínculos afectivos.
Existen estudios basados en cómo nuestras experiencias durante la infancia pueden tener un impacto duradero en nuestras relaciones personales a lo largo de nuestras vidas. Apuntan a cómo el entorno en el que crecemos puede influir en nuestra capacidad para establecer relaciones saludables.
Por ese motivo, la falta de cuidado, amor, atención o apoyo emocional durante la infancia puede generar dificultades que compliquen las capacidades afectivas en la edad adulta.
El estudio denominado “Un comienzo enredado: el vínculo entre el maltrato infantil, la psicopatología y las relaciones en la edad adulta” habla sobre el tema. El mismo fue realizado con 2035 adultos de 18 a 65 años.
Se investigó si el maltrato infantil se asociaba con estilos de apego inseguros en la edad adulta y la calidad de las relaciones íntimas. El mismo, reveló una conexión entre el maltrato infantil y la calidad de las relaciones íntimas en la edad adulta, lo que brinda una mejor comprensión de cómo el maltrato infantil y la psicopatología se relacionan con la calidad de las relaciones.
Al respecto, Latitud25 consultó con dos especialistas de la salud mental, focalizados en esta realidad, la Lic. Mirta Maldonado, psicóloga infantil y Christian Méndez, psicólogo clínico especializado en terapias cognitivas conductuales, sobre todo en jóvenes en situación de riesgo.
Reflexionando sobre el valor de la infancia
Algunas teorías refieren que si un niño, niña o adolescente crece en un ambiente marcado por el abuso emocional o físico, es probable que tenga dificultades para confiar en los demás. En ese punto, es capaz de experimentar miedo al compromiso o sufrir de baja autoestima, lo que afecta negativamente sus relaciones en la vida adulta.
Por otro lado, un entorno en el que se sobreprotege al niño o no se le permite desarrollar su autonomía puede resultar en dificultades para establecer límites sanos en las relaciones adultas.
En ese contexto, la psicóloga infantil, Lic. Mirta Maldonado, recuerda que la infancia es una etapa de gran riqueza y formación en la vida de un ser humano. Durante este período, las experiencias que vivimos moldean nuestra forma de ser, nuestra visión del mundo y nuestras conexiones con los demás.
Considera, que por lo tanto, es necesario preguntarnos el lugar que ocupa la infancia en nuestra sociedad. “¿Cómo tratamos a los niños y niñas? ¿Los consideramos seres inferiores o les brindamos un trato adecuado?”, cuestiona.
Resalta que a veces, como adultos, no somos conscientes de que somos modelos a seguir para ellos, por ende, refiere que como personas adultas debemos ofrecerles un entorno seguro, amoroso y propicio para su bienestar integral.
Además, como sociedad, debemos fomentar políticas y prácticas que promuevan los derechos y la protección de la infancia, asegurando que reciban una educación de calidad, atención adecuada a sus necesidades y oportunidades para su desarrollo pleno.
Inseguridad: Un impacto duradero
El psicólogo clínico, Christian Méndez, resalta que el desarrollo social de los niños comienza a tomar forma a medida que empiezan a hablar, hacer señas y caminar. Sin embargo, algunos padres se alarman cuando sus hijos se apoyan en la pared al caminar o interactúan con otros. Esta sobreprotección constante puede generar inseguridad en los niños y dependencia en su vida cotidiana.
Comenta que, de esta manera, a medida que los niños crecen, establecer vínculos se vuelve más difícil; les cuesta expresarse, tomar decisiones y desarrollar autonomía. Agrega que las inseguridades transmitidas en la primera infancia pueden llevar a consultas en el futuro.
“Es cada vez más común ver a adultos enfrentando dificultades en sus relaciones interpersonales y buscando ayuda profesional”, sostiene.
En ese punto, enfatiza que estas dificultades pueden manifestarse en la incapacidad para establecer relaciones sólidas o para mantenerlas a largo plazo.
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Asimismo, la psicóloga Mirta Maldonado hace referencia a por qué existen celos excesivos. Refiere que esto puede tener relación con esos niños que desde temprana edad son muy posesivos con sus juguetes o sus pertenencias, no quieren compartir con otras personas de su edad y generar una fuerte idea de posesión sobre las cosas.
Ya de grandes, esto se transfiere a las relaciones amistosas o amorosas en las que el individuo tiende a creer que la otra persona es de su propiedad.
Falta de autonomía y autoestima
Para el especialista, la ansiedad social tiene un papel importante en la dependencia y la incapacidad de autonomía. Resalta que es un fenómeno común que afecta nuestras interacciones sociales, ya sea en el ámbito laboral, familiar o en nuestras relaciones de pareja a corto, mediano y largo plazo.
Afirma que esta inseguridad, arraigada desde la infancia, dificulta nuestra capacidad para ser autónomos en diversas áreas de nuestra vida.
“La ansiedad social, a menudo subestimada y no diagnosticada, puede llevar a consecuencias a largo plazo, incluso llegando a desembocar en depresión. Las personas que experimentan altos niveles de ansiedad social se encuentran limitadas en sus relaciones y tienen dificultades para establecer vínculos emocionales profundos”, añade.
Explica que hay casos en que una persona puede destacarse y ser el alma de la fiesta, una excelente oradora en situaciones sociales. Sin embargo, cuando se trata de hablar de relaciones personales, vulnerabilidad y asuntos personales, se cierran emocionalmente y les resulta casi imposible compartir o admitir sus propios límites.
Miedo a equivocarse
La influencia de las altas expectativas y el temor al juicio de los demás en nuestra autonomía es un desafío común.
El especialista recuerda que desde la infancia, nos condicionan a preocuparnos por lo que los demás podrían pensar de nosotros. Esto puede limitar nuestra capacidad de tomar decisiones por miedo a equivocarnos o ser juzgados.
Desde esos primeros momentos de interacción, cuando éramos pequeños y nos decían “guapo” o “guapita”, aprendimos a evitar el rechazo y a no llorar. Sin embargo, es importante reconocer que cometer errores es parte del crecimiento y no debería ser motivo de vergüenza.
Cuando nos permiten equivocarnos y aprender de nuestros errores desde temprana edad, desarrollamos una mayor autonomía y confianza en nosotros mismos.
Por eso, en la medida que crecemos, nos volvemos más capaces de expresar nuestras opiniones y establecer límites saludables en nuestras relaciones. Aprendemos a valorar nuestra libertad y a tomar decisiones basadas en nuestras propias necesidades y deseos, en lugar de preocuparnos constantemente por la aprobación de los demás.
Huir de compromisos para “evitar conflictos”
Existen personas que muestran una tendencia a evitar comprometerse. A menudo guarda relación porque no quieren enfrentar problemas o conflictos, y esto puede deberse a diferentes razones.
El especialista reitera a que las personas inseguras, pueden imaginar escenarios negativos en los que se ven envueltos en confrontaciones o discusiones acaloradas, lo que les genera ansiedad y estrés.
Sin embargo, es necesario destacar que evitar conflictos no siempre es una estrategia efectiva. Puede llevar a una acumulación de resentimientos o a una falta de comunicación abierta y honesta en las relaciones.
¿Cuándo me deben preocupar ciertos comportamientos?
Es importante analizar qué actitudes mías o de otras personas afectan nuestras relaciones: ¿Qué síntomas debemos tener en cuenta? ¿Cuándo necesitamos prestar mayor atención a nuestros comportamientos? Estos son algunos de los cuestionamientos que debemos hacernos sobre nuestros vínculos emocionales.
En ese punto, Méndez habla de que algunas de las señales de alerta guardan relación con la dificultad de tomar decisiones y por qué siempre dudamos. Analizar, por ejemplo, si detrás de esa duda se esconde el miedo a la reacción de los demás.
“Cuando no somos capaces de expresar nuestros sentimientos, finalizar una relación o hacer cambios importantes, es cuando debemos encender la alerta”, agrega.
Indica que, en esos momentos, se hace evidente la influencia de nuestras experiencias infantiles, ya sea por padres sobreprotectores, alarmistas o demasiado estrictos, que afectaron nuestra autonomía y nos dejaron con dudas constantes.
Recomienda que si experimentamos una falta de confianza en nuestras decisiones y nos sentimos paralizados por la indecisión, es momento de reconocer que esto ya no es normal.
“Es posible que el problema resida en nosotros y que tengamos bloqueos o dificultades que debamos abordar con la ayuda de un especialista. Reconocer estos signos de alerta nos brinda la oportunidad de canalizar y tratar esos inconvenientes para mejorar nuestras relaciones”, agrega.
¿Cómo se puede cuidar a la infancia?
Mirta Maldonado considera necesario desarrollar espacios educativos que permitan a los niños inmiscuirse en actividades interesantes y de esparcimiento. Resalta que, sin embargo, nuestro sistema educativo, en general, carece de fomento a la creatividad.
“Dado que los niños son el eslabón más vulnerable y forman parte de la familia, es crucial tomar medidas para promover una infancia más saludable y, en consecuencia, relaciones más sanas en el futuro. Debemos retomar la discusión sobre pautas de crianza y la importancia de talleres y escuelas que promuevan un enfoque integral”, subraya.
También refiere que son imprescindibles mejores políticas públicas, así como centros de salud y hospitales que ofrezcan educación sobre pautas de crianza. Todo esto, sin dejar de considerar, los espacios comunitarios que brinden apoyo y educación en materia de salud emocional y relaciones humanas.
Es fundamental abordar los patrones de crianza y fomentar una mayor conciencia sobre cómo controlar nuestras emociones. Necesitamos construir una comunidad de salud y educación que promueva valores y prácticas saludables para el bienestar de todos.
La importancia de la comunicación efectiva en las relaciones interpersonales
Las personas que han experimentado el abandono pueden tener dificultades para confiar en los demás y establecer conexiones emocionales profundas.
Sin embargo, es importante destacar que las experiencias de la infancia no determinan por completo nuestras relaciones en la edad adulta. A través de la terapia y el autoconocimiento, tenemos la capacidad de aprender, crecer y sanar, construyendo relaciones más saludables y satisfactorias a lo largo de nuestra vida.