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Hablemos del debate que aún divide al Paraguay: la vida y legado de López

¿Quién mató a Francisco Solano López?, ¿cómo murió?, ¿qué dijo? Muchos de los detalles de aquella fatídica mañana del 1° de marzo de 1870, fueron motivo de controversia en su momento y sigue habiendo un manto de duda y un gran misticismo hasta hoy. Abordamos uno de los grandes debates que divide a los paraguayos y hacemos un repaso de hechos y testimonios (a menudo contradictorios) de quienes estuvieron en el lugar de los hechos.

Un personaje que supo marcar su nombre a fuego en la historia del Paraguay. Un hombre de contextura física baja, facciones marcadas y una prominente barba que hacía que su humanidad no pase inadvertida.

Pero lo que más genera atención, es el debate que gira en torno a su figura política, 153 años después de su muerte, cómo ejerció el poder y qué dejó a un país que lo tuvo como mariscal en una de las guerras más sangrientas de la historia.

Francisco Solano López, Presidente del Paraguay y Mariscal de sus ejércitos durante la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), fue por mucho tiempo y sigue siendo hoy, un imán de controversias.

Su vida engendra polémica de inicio a fin. Y puede decirse de inicio a fin de modo literal, ya que se ha discutido apasionadamente, no solo sobre sus actos y sobre su muerte, sino también sobre su nacimiento. Hubo posturas encontradas con respecto a si nació el 24 de julio de 1826 o 1827.

Revisamos aquí el último día de esa vida tumultuosa y controvertida, que se llamó Francisco Solano. ¿Cómo fue ese 1° de marzo? ¿Cómo murió el Mariscal? ¿Quién lo mató? Esto y más a continuación.

¿Cómo se llegó a Cerro Corá?

¿Por qué la guerra terminó en Cerro Corá, en los confines de la república? ¿Por qué no en Asunción, Caacupé, Humaitá o cualquier otro lugar menos apartado?

Cerro Corá fue la última parada de una larga retirada, que inició en 1869, cuando Asunción ya estaba ocupada hace meses por los ejércitos de la Triple Alianza, y el Mariscal López decidió abandonar su campamento de Azcurra, que se situaba entre las cordilleras, próximo a Caacupé.

Esa retirada siguió una larga ruta de cientos de kilómetros a lo largo de muchos meses. El ejército del Mariscal marchó hacia el norte y cruzó Barrero Grande (renombrado luego como Eusebio Ayala). Allí, el 16 de agosto de 1869, fue alcanzada por el enemigo la retaguardia del ejército, que llevaba numerosas carretas y suministros, y estaba conformada en su mayoría, por niños y soldados.

La orden que dio López al jefe de la retaguardia, el célebre General Bernardino Caballero, fue tan simple como terrible: presentar batalla y resistir todo el tiempo posible, mientras él proseguía con su retirada hacia Caraguatay. ¿Su resultado? La infame Batalla de Acosta Ñú, que resultó en una derrota total para los paraguayos.

El Presidente López llegó a salvo a Caraguatay, con los ejércitos del invasor pisándole los talones. Prosiguió tierra adentro, llegando eventualmente a lugares como Santaní y Curuguaty, esta última declarada brevemente como capital provisoria (antes fueron capitales provisorias Luque y Piribebuy). Cruzó la Cordillera de Amambay hacia lo que hoy es territorio brasileño, para luego volver a cruzarla y dirigirse a Cerro Corá.

Esta larga retirada provocó dudas y críticas, durante y después de la guerra. Ya hacia el final de la guerra, una fuerza paraguaya que también se dirigía a Cerro Corá y era comandada por el Coronel Juan Bautista Delvalle, se negó a seguir marchando para encontrarse con López. Delvalle y sus hombres escribieron una nota para el Mariscal, anunciándole su decisión y acusando al mismo de innecesariamente prolongar la guerra.

Estos hombres redactaron una nota para López, en la que entre otras cosas le decían que la prolongación de la guerra «servirá más bien para el duro aniquilamiento de nuestra Nación, bajo el yugo de una voluntad arbitraria y caprichosa sin esperanza de ningún otro resultado más que un prolongado padecimiento de aquellos que aún se encuentran bajo pies de Vuestra Excelencia».

También circulaban rumores, sobre una supuesta intención de escape a Bolivia de parte de López. Rumores que el mismo lamentó y negó. Lo enigmático con respecto a esta retirada, en la cual las deserciones, ejecuciones y muertes por hambre y enfermedad, fueron el pan de cada día; es que la misma no revela un objetivo estratégico claro.

¿Qué pretendía Francisco Solano López al marchar hacia Cerro Corá, donde no había nada que defender más que árboles y monos? Seguirán las críticas, reivindicaciones y debates. Lo cierto y concreto es que esa larga retirada de 6 meses que empezó cerca de Caacupé, terminó un 1° de marzo.

Repasemos aquella fatídica y memorable jornada.

El 1° de marzo – La Batalla de Cerro Corá

Quizás sea generoso llamar batalla a lo que aconteció en Cerro Corá, por la breve duración del enfrentamiento (alrededor de 15 minutos) y por lo pequeño de sus dimensiones. El Mariscal López contaba con apenas poco más de 400 hombres, entre los que se contaban enfermos, heridos, niños y adolescentes hambrientos, para enfrentar a miles de aliados (principalmente brasileños).

El campamento de Cerro Corá estaba rodeado de cerros, y protegido por el río Aquidabán que estaba a corta distancia. Su situación geográfica hacía que solo se pueda llegar al mismo por dos caminos. Uno, conocido como el paso de Chirigüelo, de tránsito difícil, que provenía desde el sur. Otro, era el paso del Aquidabán al norte, que estaba protegido por una guardia ligera con dos cañones.

Allí se encontraban, además del Mariscal López y sus tropas, su familia y los principales oficiales sobrevivientes de su ya muy disminuido ejército. Uno de los principales ausentes fue Bernardino Caballero, a quien López envió algunas semanas antes a buscar ganado al Matto-Grosso (Brasil).

Según el Coronel Juan Crisóstomo Centurión, quien fue uno de los sobrevivientes del combate de ese día y escribió las memorias más completas de la guerra publicadas por un veterano paraguayo, a eso de las 7 de la mañana unas mujeres trajeron las primeras noticias sobre la aproximación del enemigo.

Una o dos horas después, se escucharon disparos provenientes del paso del Aquidabán. López ordenó a Juan Cristóstomo Centurión que vaya a averiguar lo que sucedía. Cuando éste llegó al río, observó que los brasileños ya habían vencido a la guardia paraguaya que protegía el paso del Aquidabán y dado muerte a la mayoría de sus defensores.

Volvió velozmente al campamento del Mariscal y sin bajar del caballo le gritó: «¡El enemigo ha pasado el paso!»

López ordena a sus hombres que tomen sus armas. Centurión organiza la resistencia, la última de una guerra de 5 largos años. Poco después, ya iniciada la balacera, al coronel le avisan que su caballo recibió un balazo. Mira a su caballo, detecta la herida, gira la cabeza para responder a su compañero que el caballo parece no sentir la herida, y en ese instante recibe él mismo un balazo que le atraviesa la cara y casi le corta la lengua.

Al ver esto desde alguna distancia, López le pregunta a su hijo Panchito -quien tenía solo 15 años- quién fue el que cayó. «El Coronel Centurión papá, gravemente herido», respondió Panchito López.

Al oír esto, el Mariscal sale galopando en dirección opuesta a la acción, intentando escapar. En su ruta de escape se cruza con Juana Pabla Carrillo, viuda de Carlos Antonio López, su propia madre a quien tenía bajo arresto en una carreta.

Su madre le grita al verlo pasar: «¡Socorro Pancho!»

El Mariscal responde las últimas palabras que diría a su madre: «¡Fíese de su sexo señora!», como diciéndole que confíe en que por ser mujer no la matarían.

Es seguido en furiosa persecución por 6 jinetes brasileños, quienes lo interceptan en un sendero que hoy en día se puede recorrer en el Parque Nacional Cerro Corá, y es conocido como «Avenida de los Héroes».

Allí, López se enfrenta a sus persecutores y recibe dos heridas. Un golpe de sable en la frente, que le hace volar su sombrero de paja. Y otra herida de lanza , propinada por el Cabo Francisco Lacerda alias «Chico Diabo», en la zona baja de su vientre. Furioso, grita a sus oficiales: «¡Maten a esos diablos de macacos!«

Mientras algunos de sus oficiales se sacrifican defendiendo a López, el Coronel Silvestre Aveiro llega a la escena y logra introducir a López en el bosque, a pie, abriendo camino entre la maleza con su sable. Llegan a un arroyo, el Aquidabán-Nigüi. López se queda en la otra orilla, no pudiendo moverse más. Se aproximan brasileños, Aveiro e Ignacio Ibarra (otro oficial paraguayo que acababa de acercarse) salen corriendo.

López queda solo con los brasileños, y partir de allí el recuerdo histórico se vuelve mucho más difuso y contradictorio.

Varios aseguran haber matado a López

Hay bastante consenso con respecto a lo siguiente. Manuel Correa Da Cámara, el general brasileño que lideraba el ataque, se acercó hasta López acompañado de varios de sus soldados y oficiales.

¿Qué ocurrió después? Diferentes versiones llegaron hasta nuestros días, con diferentes hechos.

Correa Da Cámara escribió ese mismo día, al culminar la acción, un escueto reporte en el que simplemente decía que «el tirano» fue alcanzado y que al no querer rendirse, lo mataron.

El 13 de marzo, ya estando más cómodo en Concepción y disponiendo de más tiempo, confeccionó un informe mucho más detallado, en el que el brasileño aseguró que solicitó a López su rendición, aclarándole que le garantizaba su vida. López -siempre según la versión de Correa Da Cámara- le respondió directamente lanzándole un golpe de espada al aire.

«Mandé que un soldado lo desarmase, lo que fue ejecutado al mismo tiempo que exhalaba el último suspiro, librando la tierra de un monstruo, al Paraguay de su tirano, y al Brasil del flagelo de la guerra», agregaba en su reporte.

Entonces, según esta versión, López habría muerto mientras forcejeaba con un soldado en el arroyo, ya como producto de la herida de lanza que recibió antes, y su asesino habría sido «Chico Diabo».

Sin embargo, esta no es la única versión. Los propios brasileños no se pusieron de acuerdo acerca de cuál de sus camaradas mató a su gran enemigo.

Según el Mayor José Portes de Lima Franco, quien formaba parte del Estado Mayor del General Correa Da Cámara, López ya llegó al arroyo con una herida, pero de bala.

Lima Franco testificó que en realidad no fue «Chico Diabo» quien mató a López, sino otro combatiente que le propinó un tiro en medio de la persecución, pero que el General Correa Da Cámara aceptó la versión del lanzazo, porque Diabo estaba bajo las órdenes del coronel Joca Tavares, quien prefería creer que fue su subordinado el que acabó la guerra con su lanza. Tavares tenía un temperamento violento, por lo que Cámara habría preferido no discutir el asunto.

Otro brasileño, ayudante del General Da Cámara, se atribuyó a sí mismo la muerte del jefe paraguayo. Su nombre era Franklin Menna Machado. Este hombre aseguró que al llegar al arroyo donde se encontraba el Mariscal, le disparó dos tiros de revólver en el vientre, los cuales resultaron fatales.

En medio de su agonía, López recibió la intimación a rendición de parte del general adversario y respondió que moría por su patria, muriendo instantes después.

Otros brasileños secundaron la versión de Franklin Menna Machado. El General Correa Da Cámara, aseguró a un periódico meses después, que «las balas de nuestros soldados pusieron término a la vida de López». Años después, en más de una ocasión, volvió a reiterar que López murió por heridas de bala, y que no fue el Chico Diabo quien lo mató.

¿Y qué dijeron los paraguayos?

Los últimos que lo vieron a López con vida, fueron Silvestre Aveiro e Ignacio Ibarra, los oficiales que huyeron ante la llegada de los brasileños donde yacía el Mariscal.

La versión de que López fue rematado a balazos en el arroyo, fue reforzada por Ibarra, quien declaró años después que «entraron los brasileros y lo masacraron de la manera seguramente como ellos mismos lo refirieron en sus correspondencias escritas desde Humaitá al Jornal do Comercio» (o sea a balazos).

En otra declaración posterior, aseguró que sacaron a López del arroyo con vida, que escuchó vagamente una conversación entre este y el general brasileño, y que parece haber dicho López algo de patria.

El General Francisco Isidoro Resquin, paraguayo que estuvo en Cerro Corá pero no en el lugar exacto donde murió López, declaró que su antiguo jefe había muerto a balazos en el arroyo.

También existen otras versiones y discrepancias. Que López primero preguntó si le garantizaban también conservar sus bienes, que López no llegó a hablar, que recibió un tiro en el hombro, son solo algunos de otros datos que fueron referenciados.

Lo más seguro, ante estas diferencias encontradas entre testigos, es concluir que López murió a orillas del Aquidabán-Nigüi por heridas infligidas por algún brasileño. Si esa herida fue recibida en el arroyo o mientras escapapa a caballo, si fueron balas o una lanza, si fue Chico Diabo o Menna Machado, seguirá formando parte de una discusión complicada, que resucitará cada 1° de marzo.

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