Levantarse temprano todos los días, cuesta, pero mantenerse en alerta o activos, es mucho más difícil después de haber tenido COVID-19, para muchas personas. Tener olvidos constantes, de planes, trabarse al hablar por no recordar términos y ser víctima de fuertes dolores de cabeza, son algunos de los síntomas persistentes que reportan las personas tras haber superado la infección primaria del SARS-CoV-2.
Estos síntomas ya se habían empezado a notar en 2020, pero con el tiempo, a más de dos años de la pandemia y con el aumento de contagios en el mundo, se fue registrando esta persistencia de síntomas en mayor cantidad de personas y en varios países.
La rutina no será la misma
Lisa Mizelle (53) enfermera especializada en urgencias, que tuvo covid en julio de 2020, dijo a The New York Times que, tras la enfermedad, empezó a olvidar algunos tratamientos que hacía de rutina y necesitó preguntar a sus colegas, términos que usaba con frecuencia.
“Salgo de la habitación y no puedo recordar lo que el paciente acaba de decir”, relató en el material Pam Belluck, publicado en octubre de 2020. La profesional de salud, dijo además que, si no hubiera usado todos los días que tenía para reposar, hubiera descansado más tiempo.
En un artículo más reciente, publicado el 7 de febrero de este año en la BBC, Sian Griffiths (43) habló de las severas secuelas que seguía teniendo, tras 18 meses de haber contraído la enfermedad.
«No puedo manejar lejos, me olvido de cerrar las puertas, quemo la comida. Y cuando estoy leyendo, mi cerebro convierte unas palabras en otras. Pierdo la concentración», reconoció la mujer en una entrevista con la periodista Owain Clarke.
El neurólogo paraguayo Juan Arce, que forma del equipo de Neurología del Hospital Central del IPS, en el Hospital Nacional de Itauguá y el Sanatorio Internacional de Luque, comentó que ya se están registrando casos similares en Paraguay y que aun son parte del estudio de esta anomalía que deja como una estela el virus de la pandemia.
Uno de esos casos, según el Dr. Arce, es el de una docente paraguaya que confesó, en una consulta después de tener la infección de la COVID-19, habría llegado a olvidar los días en que tenía que tomar exámenes, por lo que no llegó ni a prepararlos. También reconoció que olvidó los nombres de alumnos a quienes, antes de la enfermedad, recordaba con facilidad.
La realidad en Paraguay
El Ministerio de Salud Pública (MSP) informó que ante la aparición de estos síntomas de manera frecuente, la consulta médica debe ser inmediata, pero que hasta el momento no se tienen datos del índice de padecimiento general de estos síntomas producto del COVID-19.
Según fuentes médicas del MSP consultadas por este medio, tampoco se tiene el registro si los casos más severos que producen este efecto prolongado en el organismo, sean de las variantes Alfa (identificada por primera vez en Kent, Reino Unido en septiembre de 2020), la Gamma (identificada en Manaos, Brasil en noviembre de 2020), la Delta (registrada en India, en noviembre de 2020) o la Omicron (identificada en noviembre de 2021).
Arce explicó que en el consultorio local, los reportes de COVID persistentes empezaron a ser más frecuentes hace aproximadamente un año.
Afirmó que la mayoría de las consultas neurológicas guardan relación justamente con dificultades cognitivas. En ese punto, dijo que en el primer lugar se encuentra la consulta por cefalea (dolor de cabeza persistente), seguida de las quejas por falta de memoria y la alteración en la concentración.
«A todo eso, yo le agregaría que en los últimos años se está viendo con frecuencia un síndrome de fatiga crónica. A los pacientes les cuesta volver a sus actividades diarias», comentó.
Un problema de salud pública
El especialista consideró que el aumento de esos síntomas post COVID, se está convirtiendo en un problema de salud pública y de ausentismo laboral.
Agregó que esta situación representa un gasto tremendo para el paciente, porque muchas veces cuando va a consultar, no va directamente al neurólogo, sino que va a un médico de cabecera o un médico general; entonces, como esos síntomas no son persistentes, los profesionales de la salud no especializados en el área les dicen que van a pasar en cualquier momento y no se le da la celeridad correspondiente.
«Me da la impresión de que está subestimado esto a nivel internacional, por ende, el tratamiento es sub óptimo, eso a la larga crea un problema porque el paciente anda por ahí con su fatiga crónica, con su dolor de cabeza y nadie le cree que continua con esos síntomas ya después de mucho tiempo de haber superado la enfermedad», agregó.
Explicó que hay una «constelación de manifestaciones» porque cada caso sintomatologicamente es diferente. Por ejemplo, apuntó a que hay personas que llegaron a los 60 años con una vida relativamente buena, eran personas activas y tras tener COVID, sin requerir de hospitalización, se les presentó enfermedades como Alzhéimer o Parkinson.
«El covid actúa como disparador o detonante de esas condiciones, quizás eran enfermedades que a lo mejor en algún momento iban a tener, pero se les adelantó a causa del virus. También hay pacientes que empiezan a tener problemas en sus trabajos, la mayoría de ellos menores de 45, que empiezan a ser menos productivos de lo acostumbrado», dijo.
El Dr. Arce aseguró que una de las grandes preguntas que hay con el COVID se basa en qué lo que causa que los síntomas sean persistentes, ¿acaso el virus puede entrar en el cerebro o en las células cerebrales? Al parecer hasta ahora los estudios no pueden demostrar eso, indicó.
«Hasta el momento en autopsias, de personas que fallecieron a causa de la COVID-19, se pudo detectar el virus en el sistema nervioso, pero no en cantidades suficientes para causar un gran daño. Se cree que la principal afectación al sistema nervioso tiene que ver con una inflamación desregulada, aberrante, excesiva, lo que a nivel local puede generar un daño», detalló.
Qué hacer al respecto
Arce reconoció que, hasta la fecha, no hay una recomendación estandarizada de qué hay que hacer y qué no, pero dijo que si recibe un paciente con síntomas persistentes, como la pérdida de memoria, entonces encara el tratamiento como lo que es: una pérdida de memoria.
En ese contexto, afirmó que a su parecer lo mejor que se puede hacer es la actividad física: caminar, nadar, o cualquier actividad física al aire libre, porque esto ayuda a mejorar el ánimo.
«El ejercicio físico es lo único que previene el deterioro cognitivo, por supuesto que los ejercicios mentales como crucigramas ayudan, pero la actividad física es primordial.
¿Son efectivas las vitaminas o suplementos?
«Te doy mi opinión, personalmente vienen pacientes que piden vitaminas. Quizás, a veces a los doctores, nos da un poco más de tranquilidad que podamos poder recetarles algo, pero en realidad, dar multivitamínicos o magnesio, quizás no tenga el resultado esperado porque no está probado que tengan efecto. Para lo que tiene que ver con la pérdida de memoria no hay una medicación comprobada que funcione al 100%», opinó.
Reflexionó además sobre que, muchas veces los neurólogos, dan medicaciones que son más específicas, fármacos como la citicolina que es un famoso neuroprotector. Aclaró que se puede dar eso a un paciente, pero hizo énfasis en que no está demostrado que alguno de esos medicamentos puedan cambiar el desenlace.
«Se puede ayudar a las personas, sobre todo con medidas generales: diciéndoles que descansen bien, que realicen ejercicios físicos, pedirles que no se expongan a las actividades con mucho estrés, que se exijan menos, que empiecen de a poquito en sus actividades, porque es probable que estos síntomas no duren para siempre», refirió.
Finalmente comentó que hay estudios hechos en Israel respecto a que las personas vacunadas son menos propensas a tener estos síntomas persistentes, pero subrayó que no hay estudios científicos concluyentes que hablen de la extensión de estas secuelas o de cómo tratarlas.