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Si nada de lo que hacés te parece suficiente, es bueno que leas esto

Entregaste un trabajo elogiado por muchos, comiste saludable toda la semana, dejaste de fumar, rendiste un buen examen o terminaste una carrera. Desde los logros más pequeños hasta los más grandes, son motivo de celebración, pero a veces no somos capaces de darnos esa palmadita en la espalda para sentirnos satisfechos con lo que hicimos. El exceso de autoexigencia o el autosabotaje podría ser un síndrome, y uno muy real: El Síndrome del Impostor. Te contamos de qué se trata, en este material.

Ser exigente con uno mismo está bueno, siempre que haya límites. De lo contrario podrías caer en un loop interminable de insatisfacciones y autosabotaje que degrada el autoestima.

Alcanzar una meta, sentirse feliz, cuestionarse por no haberlo hecho mejor, pensar que quizás solo se trata de un intento de autoconvencerse de lo genial que es uno, creer que por sentirse bien con eso es presumir, son algunas líneas de pensamiento que tienen las personas con síndrome del impostor, por dar un ejemplo.

«El síndrome del impostor (SI) se refiere a una experiencia interna de creer que no eres tan competente como los demás perciben que eres. Si bien esta definición generalmente se aplica de manera restringida a la inteligencia y el logro, tiene vínculos con el perfeccionismo y el contexto social», señala un artículo de la revista especializada en salud mental, integrada por un grupo de profesionales, VerywellMind.

En pocas palabras, el síndrome del impostor es la experiencia de sentirse y autopercibirse como un farsante, esa persona siente que en cualquier momento lo van a descubrir como un fraude, como si no perteneciera a donde está y solo llegó a través de pura suerte. 

Esta situación puede afectar a cualquier persona sin importar su estatus social, antecedentes laborales, nivel de habilidad o grado de experiencia, agrega el reporte de este medio.

Al respecto, el psiquiatra e investigador, Julio Torales, habló en comunicación con RadioCast25, quien comentó que la doctora Valerie Young fue la primera en categorizar el síndrome.

«Ella va más allá y dice que 7 de cada 10 personas pudieron haber sufrido este tipo de sensación que es básicamente no reconocer el logro: ‘decir que realmente se dieron una serie de condiciones nomás y no fueron mis méritos’. Hace que la persona viva encerrada, viva con autoestima muy baja», explicó.

¿Por qué se da este síndrome?

Algunos de los motivos tienen que ver con la infancia, con el contexto sociocultural y la personalidad misma.

Dinámicas complicadas. Las dinámicas familiares complicadas durante la infancia y la adolescencia influyen en la inseguridad de las personas, señaló el psiquiatra.

«Uno cuando no fue el hijo más bueno o el más simpático, el más inteligente, para sus padres, intenta compensar eso de alguna manera y uno siente que nunca llega a ese estándar, por eso resalta que es importante no comparar a los hijos, porque aunque cada uno tiene un talento, tenemos que evitar hacer esas comparaciones».

Machismo. Algo innegable que se ve en este síndrome es cuando se hace un cuestionamiento a la capacidad de la persona por su género.

«Las mujeres han sufrido más este síndrome porque es típico, en países como estos –muy machistas, muy patriarcales–, que cuando una mujer obtiene un gran trabajo o un premio, se diga: ‘ella tiene esto porque es linda o porque seguro tiene alguna afinidad con el jefe’. Siempre utilizamos elementos que no guardan relación con los méritos de la persona, eso hace que una mujer que es lo suficientemente capaz y lo demuestra, siempre piense que su éxito tiene que ver con otra razón».

Perfeccionismo. La construcción de la personalidad también, porque la mayoría de las personas que desarrollan este síndrome son muy perfeccionistas para calificar un logro. «Salí medalla de oro en mi promoción, pero no tuve cinco absoluto, supongamos, un promedio de 4.99, entonces no me alegro con el resultado», ejemplificó.

«Hay personas que son así, que no se conforman nunca, siempre encuentran el ‘pero’ para auto sabotearse. Este tipo de personas terminan siendo infelices, frustradas en lo laboral, frustradas en los estudios porque nunca puede reconocer un logro», subrayó.

¿Cuándo tiene que empezar a preocuparme?

El siquiatra explicó que es necesario preocuparse cuando esta situación te resta la capacidad de disfrute. «El humano tiene que disfrutar la vida, poder vivir con optimismo con energía, entonces cuando nos sentimos irritados todo el tiempo, cuando no somos capaces de disfrutar el día, ya se convierte en un problema», agregó.

El problema es que si estas sensaciones de frustración o falta de felicidad continúan, se pueden acentuar y derivar en un trastorno de la ansiedad y causar depresión.

Es frecuente, dice la revistaVerywellMind, que las personas que viven con el síndrome del impostor también tienden a no hablar con nadie sobre cómo se sienten, entonces luchan en silencio.

¿Qué puedo hacer al respecto?

El psiquiatra Julio Torales indica que el síndrome del impostor puede hacer que una persona se vuelva irritable y responda mal a las situaciones comunes de estrés de su alrededor, por eso, el especialista recomienda hacer una lista y un check de los logros que uno va consiguiendo, aceptar los méritos y buscar sentirse bien con eso.

«Saber que ese esfuerzo y el mérito es tuyo, no es que fuerzas externas se juntaron. Las condiciones externas siempre van a estar presentes pero el que marcó la diferencia fue tu esfuerzo», puntualizó.

Pero si la persona continúa sintiéndose de esa manera, hay que ir a una persona externa y objetiva, que pueda decirte la verdad, es decir, un profesional de la salud mental.

«Hay que evitar el intrusismo profesional, porque en Paraguay se ve eso. Cuando tenemos un problema de salud o de salud mental uno va con el tío, el vecino, la amiga, el coach que no es sicólogo, con la influencer que tampoco estudió siquiatría… Está bien hablar de salud mental pero a veces la información viene contaminada y se tarda mucho en llegar a la consulta, porque es un mecanismo de defensa que utilizamos eso de preferir escucharle nomás a la influenciar antes que ir a consulta», concluyó.

En definitiva, la exigencia y rigurosidad con lo que hacemos o con como somos, no es el problema, sino la incapacidad de darnos cuenta de nuestros méritos y aprender a reconocerlos. Por eso, es más productivo esmerarse en hacer las cosas bien y disfrutar de eso, antes que preocuparse excesivamente por cumplir con parámetros impuestos por nosotros mismos o por nuestro entorno.

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