El papel que juegan las madres solteras tiene una significancia especial en Paraguay, debido al gran número de mujeres que afrontan solas, por una multiplicidad de factores, el difícil cometido de sostener sus familias y criar a sus hijos, mientras el padre no está o está a medias.
Pero esta desigualdad se da incluso en parejas que siguen juntas, cuando el cuidado de los hijos recae principalmente sobre la mujer. Finalmente la pregunta radica en ¿qué es ser buena mamá para esta sociedad? ¿ser realmente responsable o vivir oprimida por exigencias culturales del rol de género?
Cuando un padre se queda a cuidar a su hijo o hija, los cumplidos giran en torno al reconocimiento a su dedicación a sus hijos, lo que indica que inconscientemente la sociedad aun está condicionada por estereotipos de género que nos hace reconocer en los hombres aspectos inherentes a su rol de progenitor.
¿Acaso no es de esperar que como padre sea su responsabilidad dedicarse al cuidado de sus hijos o eso quiere decir que le “está haciendo un favor” a la madre del niño o niña? Preguntas como éstas, generaron un sinnúmero de estudios sociológicos en relación a la dinámica social que impone esta realidad dispar.
Una de las especialistas que hace seguimiento a este tema, es la socióloga Gabriela Schwartzman, del Centro de Documentación y Estudios (CDE), quien reflexiona sobre la situación actual de Paraguay y resalta, en ese contexto, que vivimos grandes desigualdades de género respecto a los roles de crianza, cuidados y tareas domésticas.
Idealización de la maternidad
Schwartzman resalta que generalmente hay una sobrecarga de este tipo de trabajos sobre las mujeres, que la sociedad justifica a través de un discurso que idealiza a la maternidad, por lo que se ve como “buena madre” a la mujer que ejerce su rol como la madre abnegada, sacrificada, que lo da todo por su familia, esa es una “buena madre” para nuestra sociedad, puntualiza.
Sin embargo, afirma que ese discurso idealizador de la maternidad no tiene precisamente ese efecto de generar “buenas madres” sino que realmente está propiciando a que las madres sean explotadas y se sientan oprimidas, mientras que –en esos casos– hay padres ausentes e irresponsables, como contracara.
La afectación no solo es personal, también es económica
Según la socióloga otro aspecto que pocas veces se visibiliza consiste en cómo esta desigual división de roles de género empobrece a las mujeres. ¿Por qué? Al ser desigual el uso del tiempo, muchas veces no queda tiempo ni dinero para capacitarse, formarse laboralmente, tener trabajo en dignas condiciones, tampoco queda tiempo para el autocuidado físico y de la salud mental.
En esos casos, a la mujer tampoco le queda tiempo para el ocio y la recreación, de esta manera, todos estos factores dan como resultado una pobreza de uso de tiempo para las mujeres que empeoran su calidad de vida, la de su familia y finalmente tiene un impacto en la comunidad.
También se está impartiendo machismo en la familia, cuando se instala como único destino de las niñas el casarse y tener hijos, antes que el desarrollo de otros proyectos de vida que esa niña o adolescente pueda tener, como ir a la universidad, trabajar, ser artista o desarrollar otra faceta de su vida.
“Por eso es tan importante hablar de las desigualdades de género en todos los ámbitos, incluso en el familiar, porque cuando prestamos atención a este orden de cosas y notamos las injusticias, tomamos conciencia y actuamos para no reproducir los esquemas. Y en esto tenemos mucho que agradecer a los feminismos y a las feministas que en Paraguay tienen una rica historia de lucha de más de un siglo”, remarca.
De la crianza colectiva, a la patriarcal
La socióloga comenta que estos roles de género desiguales tienen un origen histórico en nuestra sociedad, a partir de la colonización. Antes, las diferentes culturas indígenas tenían otros sistemas de crianza, más colectivos.
“En estos sistemas no estaban quizás tan definidos los roles de las mujeres y los hombres, sino que toda una comunidad estaba involucrada en la crianza de los hijos e hijas, como parte de la reproducción de la vida cotidiana”, remarca.
Hace énfasis en que con la colonización se rompe ese esquema y se impone un modelo de familia patriarcal, monógama, heterosexual, basado en la institución de paterfamilias. Este modelo genera una tajante división de los roles de género, en el cual las mujeres pasan a ser propiedad privada de sus maridos, al igual que los esclavos, y queda a cargo de las mujeres absolutamente todos los roles de crianza, cuidados y deberes domésticos.
“Debemos agregar que en nuestra historia colonial la unión de españoles con mujeres indígenas no fue sobre la base del “amor” como cuenta cierta historia oficial, sino que los españoles tomaron a las mujeres indígenas como fuerza de trabajo, tanto productivo como reproductivo, y tener hijos con ellas no significó más que reproducir mano de obra para la empresa colonial”, aclara.
Asimismo, comenta que en la actualidad todavía vemos la persistencia de esta estructura social patriarcal colonial. Si bien desde el feminismo se visibilizó esta desigualdad y sigue la lucha por la igualdad de mujeres y hombres en todas las esferas, aun un gran porcentaje de paraguayas cargan solas con toda la responsabilidad, asegura.
La condena a la mujer si hace lo mismo que el hombre
En este análisis, es importante partir de la necesidad de hablar de la gran cantidad de hogares monoparentales en los cuales las mujeres ejercen la jefatura de hogar y el padre está totalmente ausente, un hecho que a efectos socioculturales, está muy normalizado en nuestra sociedad.
“Sin embargo, en casos que se dan a la inversa, en el cual la madre abandona o está ausente en la crianza, esa mujer es condenada socialmente, es la “mala madre” y ese padre que se hace cargo es glorificado como si fuera que está realizando una tarea extraordinaria, cuando debería ser su responsabilidad”, comenta.
Esta realidad se manifiesta en parte, en la gran cantidad de familias que tuvieron que sufrir desmembramientos por efectos migratorios, ya que miles de mujeres en las últimas dos décadas se han visto forzadas a migrar al exterior para asegurar un mejor porvenir para sus hijos. Pero este gesto, no siempre es interpretado como un sacrificio, sino como uno de abandono, que no se tolera, en el caso de la mujer.
La prestación alimentaria no es una ayuda, es un deber
Cabe resaltar que, en Paraguay, hay una elevada cantidad de juicios por prestación de alimentos, según la especialista. “Es uno de los hechos punibles más comunes en nuestro país junto con la violencia doméstica. Ni aún con amenaza de ir presos los padres irresponsables cumplen con esta obligación que es derecho de niñas, niños y adolescentes”, enfatiza.
Recuerda que muchas veces esa prestación alimentaria que los padres pasan a la madre de sus hijos, se interpreta por los hombres como una “ayuda”, debido a que nuestra sociedad construyó sobre la base de que la crianza no es un tema de hombres y, si lo hacen, es porque están “ayudando”.
“Es un pensamiento desfasado y retrógrado en el marco de los avances de los derechos humanos, que debe ser revisado desde los mismos hombres, ellos mismos deben ser quienes se cuestionen la normalización de la paternidad irresponsable”, analiza.
En otros casos, señala, están quienes cumplen con la prestación, pero con montos que son irrisorios, insuficientes, mientras las madres deben hacer lo que sea para llegar a fin de mes cubriendo todas las necesidades.
Subraya que hay todo un sistema de justicia cómplice, porque aun existiendo las leyes que protegen los derechos de niños, niñas y adolescentes, estas no se cumplen debidamente por burocracia, lentitud de los procesos, costos judiciales y el tráfico de influencias que muchas veces usan los hombres para favorecerse económicamente, en detrimento de los hijos/as y las mujeres.
La responsabilidad, también es del Estado
La socióloga Gabriela Schwartzman, afirma que no hay una responsabilidad asumida equilibradamente, a pesar de que ya son muchos años en los que arrastramos las mismas desigualdades sin una comprensión cabal de lo que esto implica.
“Puede ser que la sociedad esté hablando más de esto, pero en la realidad, la paternidad irresponsable y la sobre carga de tareas de cuidados y crianza para las mujeres es un hecho cotidiano que atraviesa todas las clases sociales”, considera.
En realidad, debemos hablar de co-responsabilidad entre mujeres, hombres y el Estado, ya que éste último, también tiene que asumir esta responsabilidad. Es decir, legislar y hacer cumplir normativas que garanticen la disponibilidad de guarderías y centros de desarrollo infantil, públicos, de calidad, sobre todo para las madres y padres trabajadores que pasan gran parte del día fuera de la casa.
«También es Estado es responsable de remover los obstáculos hacia una plena igualdad de género, en los espacios de socialización de niñas, niños, promover una educación no sexista que rompa con los estereotipos de género, que son los que condenan a las mujeres a una maternidad en muy desiguales condiciones en relación a los varones. La paternidad y maternidad responsable debería ser un tema central de trabajo en las escuelas y colegios», sostiene.
En síntesis, afirma que, para avanzar hacia una mayor co responsabilidad en la crianza, los cuidados y las tareas domésticas es necesario y urgente, que los hombres también se involucren en que otros hombres tomen conciencia de su posición de privilegio y no sean cómplices de la paternidad irresponsable.
Los gobiernos en diferentes niveles, podrían desarrollar programas o servicios públicos que apunten a una mejor redistribución del uso del tiempo de mujeres y hombres buscando alivianar la sobre carga de trabajo de las mujeres.
«Junto con la injusta distribución de tierras en el Paraguay, las desigualdades de género son la base de la pobreza estructural en la que vivimos, y por lo tanto no podemos hablar de democracia ni de desarrollo económico o social sin tener en cuenta estos factores», concluye.