Violentos asaltos con golpes, disparos, persecuciones, que dejan personas heridas, toma de rehenes y víctimas fatales son algunas de las noticias que se ven a menudo en las últimas semanas a través de los medios de comunicación. Si bien los asaltos eran el pan de cada día en los noticieros de las mañanas, los últimos episodios superaron la cotidianeidad e instalaron esa sensación generalizada de inseguridad ante la falta de acciones del Estado.
Tantas situaciones complejas se registraron que llegó a instalarse la idea de que el ministro del Interior, Arnaldo Giuzzio, debería renunciar o ser destituido, sin embargo, el presidente Mario Abdo Benítez tomó la decisión de hacer movidas en la estructura de la Policía Nacional y aumentar los controles en la vía pública.
Giuzzio dijo en comunicación con RadioCast25 que la estatal a su cargo no puede ser la total responsable de esta situación “porque no es la que está en la calle”. Además, alegó que es quien está a cargo de las políticas públicas, pero sostuvo que al hacer cambios en la Policía se ataca el problema más inmediato, que es la corrupción en este eslabón del sistema.
Asimismo, hizo énfasis en que es un problema mucho más complejo el tema de la inseguridad, pero terminó con el mismo argumento de las autoridades actuales de otras instituciones: no se puede atribuir a este gobierno el resultado de décadas de inseguridad.
Más oportunidades sociales
Por su parte, el especialista en criminología, Juan Martens, hizo un análisis más profundo de la creciente inseguridad en Paraguay, que involucra a un plano más social que económico o policial.
Martens afirma que el aumento de la inseguridad es una consecuencia de una serie de malas decisiones que se tomaron en los últimos años.
“Hoy, combatir la violencia y la inseguridad pasa por muchas cosas, no solamente por detener a la persona que está cometiendo delito, porque la cárcel no debe ser solo un depósito de seres humanos, pasa además porque existan centros de integración social, oportunidades de economía lícita, sistemas integrados como: escuelas de fútbol, de danza y de oficios que sean públicos, en los cuales los adolescentes encuentren oportunidades en la vida social”, expresó.
Martens resaltó además que la pobreza no es explicativa ni correlacionada a la violencia –o de lo contrario, Paraguay sería mucho más violento, aclara–. “La que sí está asociada a la violencia es la exclusión social y la falta de motivación en la economía lícita”, remarcó.
En ese punto, indicó que hablar hoy de prevención de la inseguridad debe implicar a los gobiernos locales, al gobierno nacional, la Policía, las municipalidades, al Ministerio de Justicia y a la Corte Suprema.
La mayoría de los ilícitos son cometidos por gente joven
El especialista en criminología comentó que el 90% de las personas que comete ilícitos son menores de 25 años, que no encuentran oportunidades para insertarse en la sociedad además de la deslegitimación institucional.
Resaltó que la mayoría de los jóvenes no tiene proyectos de vida, porque consideró que la desalentadora situación caótica y deslegitimada de las instituciones, propician una situación que definió como “anómica”, que se da cuando las instituciones no cumplen su función y las personas no encuentran muchas motivaciones para seguir viviendo.
En cuando a las personas excluidas socialmente, dijo que se trata de aquel joven que no encuentra ni se ilusiona con una movilidad social porque ve desintegrada su posibilidad de integrarse exitosamente a esa cadena productiva.
“Entonces tenemos que cuidarnos de no asociar la pobreza con violencia porque eso contribuye a una estigmatización y generalmente esta violencia que estamos viendo está asociada al consumo problemático de sustancias”, aseveró.
Resaltó que hay mucho consumo de sustancias ilícitas en periferia, en las ciudades dormitorio, de personas que han sido desplazadas de sus comunidades y no pueden integrarse a la economía de Asunción, así como del departamento Central, lugares en donde está haciendo metástasis este problema.
Entonces, ¿cuál sería la solución al problema?
Juan Martens habló de una prevención situacional que se aplica en varios lugares, que consiste en realizar acciones para generar confianza en la ciudadanía.
“Esas políticas que trabajen el medio, que nos den la seguridad de controlar espacios públicos, porque hoy todos los espacios públicos son abandonados y aprovechados para al delincuencia. Entonces en la medida en que se ocupen plazas, calles y haya opciones de ocio, haya luces, transporte público en tiempo y forma, paradas iluminadas, estaremos disminuyendo las oportunidades criminológicas”, detalló.
Ejemplificó que si un bus que pasa a tiempo, con la frecuencia que corresponde, a altas horas, en lugares bien iluminados, ayudaría a la disminución del miedo y la violencia.
Sin embargo, aclaró que no podemos apostar solamente a esto, ya que si bien podría ser parte de una solución dar confianza a la gente, es más que necesario trabajar de manera interinstitucional para enfocarnos en tres ejes principales: prevenir, reprimir y reintegrar.
Así como prevenimos, reprimimos, es decir, detenemos a los responsables y los procesamos, pero así como reprimimos debemos reintegrarlos socialmente, ya que la mayoría de las personas que cometen ilícitos son reincidentes.
Martens resaltó que esos tres ejes hay que llevar al mismo tiempo. ”Si esto falla en alguno de sus aspectos, la situación se agrava”, concluyó.