Sonados casos de corrupción, gestiones estatales cuestionadas, procedimientos médicos irregulares, así como maltratos a niños y niñas. Extensa puede ser esta lista de denuncias hechas en varias áreas que generan indignación en redes sociales y cancelación a distintos tipos de personas.
Normalmente estos cuestionamientos son intensos, generan un alto flujo de comentarios, y repercusiones en los medios tradicionales de comunicación. Sin embargo, tras un par de semanas o días, la intensidad se va apagando y a veces llega, incluso al olvido.
Latitud25 conversó con varias especialistas en el área de la sociología sobre este fenómeno, de modo a realizar un análisis de lo que ocurre en estas circunstancias y como se los aborda en Paraguay, según los diferentes casos ocurridos.
En este material, se hace un análisis, por un lado, de cómo afecta a las personas ser víctimas de fake news o información tergiversada. Por otra parte, los casos en que los responsables de actos de corrupción o violencia, quedan impunes, sin ningún tipo de investigación en proceso, a pesar de lo que trascendió y los indicios existentes en el caso. Pero primero, es necesario desglosar lo básico.
¿Qué es la cancelación?
La socióloga y docente, Violeta Franco, resaltó que hay un sector de la población juvenil que ha titulado a este fenómeno como «funa». El término equivale a denunciar o escrachar a alguien por una mala acción, delito o crimen.
En ese contexto, Diana Vargas, socióloga y especialista en Derechos Humanos, explica que la cancelación en redes sociales consiste en un rechazo tajante a una persona, empresa o actor político que en ese momento se considera repudiable.
Ahora, bien, Vargas resalta que este fenómeno no es nuevo, pero sí aumentó en los últimos años, con las redes sociales. ¿Por qué es más fácil hoy hacer eso? Debido a la rapidez con la que las informaciones se viralizan en estas plataformas.
Asimismo, hizo hincapié en que normalmente se dan altos niveles de hostigamiento y violencia de esa voz a la que hay se trata de cancelar.
«Lo que busca desde el inicio, quien dispara con un discurso de cancelación hacia el otro, es anular la presencia del cancelado. Es decir, no se busca que pueda tener un derecho a la defensa, anula a ese adversario y también a todo el universo que pueda estar de acuerdo con ese sujeto».
Libertad de Expresión ≠ Libertad de Agresión
La socióloga Diana García, investigadora, docente y titular de la Asociación Paraguaya de Sociología, sostuvo que en el espectro de la academia, se está discutiendo en términos éticos cómo las noticias falsas pueden tener ese impacto.
«Porque de alguna manera existe ya un lenguaje que prioriza la veracidad en cuánto me emociono, y no tanto en correspondencia a que si un hecho es real o no», aseveró.
Asimismo, Violeta Franco resaltó las consecuencias en las personas funadas, canceladas, escrachadas, que pueden tener depresión y sufrir la exclusión de los grupos sociales que frecuentan. «Por lo que puede resultar en heridas emocionales difíciles de superar», agregó.
También habló de los efectos de la indignación selectiva, es decir, cuando alguien se indigna ante un hecho, pero no así ante injusticias similares.
«Se da mucho sobre temas sensibles como el aborto, la educación sexual, donde en general hay mucha opinión pública para condenar estas acciones, pero no se manifiestan ante situaciones de evidente injusticia, como el embarazo en niñas, o los constantes abusos sexuales contra niñas y niños», subrayó.
«Hay una línea delgada entre lo que se entiende como libertad de expresión y la libertad de agresión. Existe cierta lógica de todo vale en cuanto al contenido y en cuanto a la respuesta a ese contenido», manifestó Diana García.
Resaltó que el ejercicio ciudadano público de tener una opinión en cuanto a temas sociales como políticos, necesita de libertades, reflexión, de respeto y, sobre todo, que se garanticen los derechos de terceros en general.
«Porque como no hay mañana y un después, todo vale. Entonces publico nomás un contenido, no importa si es falso, antiguo, si es niño o si puede afectar, porque mañana será otro tema. Esa impunidad quizás está asociada también a ‘nambrena’ si ya va a acabar», concluyó.
Cancelación intensa pero escurridiza
Al hablar de «indignación fosforito” ilustra muy bien el fenómeno, que desde la perspectiva sociológica debe llamar a una indagación, afirmó Diana García.
El primer punto a analizar tiene que ver con la inmediatez. Esto se debe a que, hoy en día, la tecnología hace que la información llegue en tiempo real, lo cual, a su vez, contribuye con lo efímero.
“Quiere decir que un acontecimiento, noticia o hecho tiene un tiempo escaso para ser procesado, elaborado y que pueda producir una reflexión”, refirió.
En ese contexto, Violeta Franco, coincidió en que la inmediatez tiene una gran influencia. Además indicó que estas plataformas permiten opinar a todas las personas.
Apelan a la emoción y no a la razón
Otro punto, con relación a las “cancelaciones” tiene que ver con una especie de sobrecarga de información, según refiere Diana García.
“Es como que en un tiempo yo recibo información referente a diferentes contenidos. Entonces hay como una competencia por qué contenido queda”, explicó.
En ese sentido, acotó que podemos ver que los contenidos que mayor impacto alcanzan, son aquellos que generan una emoción inmediata. Aclaró que, justamente, la indignación está en el campo de las emociones.
Debido a que la emoción predomina, la gente, a veces, asume como reales a contenidos que son falsos, incompletos o tergiversados. Por eso, García habló de que, no solo hay que cuestionar a quienes reciben las noticitas, sino a quienes las generan.
“En esa competencia inmediata por captar la atención, ya no importa la veracidad del contenido. Estamos en el momento de la posverdad, lo que importa es quién dice, de manera impactante y tiene la primicia”, ejemplificó.
Una necesidad de reflexión y más organización
¿Por qué estos fenómenos son intensos pero de corta duración? ¿Por qué algunas cuestiones relacionadas a la corrupción o mala gestión no producen ningún cambio real? La especialista Diana García reconoció que hay una intermitencia; un sube y baja, que va de la indignación fuerte al olvido.
«Esto sucede porque para generar huellas o memoria, hace falta una reflexión, de por qué se da esto y cómo se da. El acontecimiento que indigna debe tener relación con otro. Acá es como que un acontecimiento nace por sí mismo, se desarrolla y muere solito», enfatizó.
De esa manera, resaltó que podría ser más duradero si existe una vinculación con otro campo, que sería más reflexivo, racional, no solamente una ración de tipo emotiva.
Asimismo, Franco remarcó la preponderancia de la superficialidad con la que nos enteramos de esos casos. Indicó que al no tener conocimiento de la problemática y ante una escasa organización social, hacen que esa indignación no tenga consecuencias reales.
Lo que sucede, en ese marco, es que las personas expresan su malestar en las redes, sin ningún tipo de análisis colectivo que pueda aportar perspectiva a la problemática en la cual interviene. «Entonces creo que para cambiar esta situación, es necesario activar y participar en espacios colectivos donde podamos encausar la participación con una perspectiva más analítica», puntualizó.
La línea entre la virtualidad y la realidad
Al existir ese sentido de que uno puede ajusticiar, escrachar o generar comentarios en las redes, muchas veces, no se conecta ese mundo virtual o en línea, con la realidad, expresó Diana García.
«Vemos que esa indignación no llega a ser una opinión pública que genere presión en las instituciones.
Agregó que existe una práctica, ya no tanto del campo de la sociología sino de la psicología que genere un efecto catárquico.
«Al hablar o al plaguearse uno siente que de alguna manera se posiciona sobre el tema y está aportando. Es importante plantear esa función, al menos en términos clásicos, el carácter de una opinión pública que genere presión e instale una agenda pública o interpele al poder», acentuó.