Vivimos en una sociedad contradictoria, en la cual se pregona la defensa de los valores de la familia como una fórmula efectiva para proteger a los niños y adolescentes. Por lo general, esto comprende además, una resistencia férrea a la Educación Sexual Integral (ESI) y a todo aquello que implique el conocimiento y respeto del cuerpo desde la niñez, como si esto comprometiera la institución de la familia.
Sin embargo, la realidad indica otra cosa. La incidencia de internet en la vida de las personas a muy temprana edad, genera riesgos latentes que no debemos pasar por alto.
Los niños, niñas y adolescentes, cada vez con más frecuencia, tienen acceso a internet con total libertad. Así llegan a distintas plataformas, que además de contenidos pedagógicos o de entretenimiento, también pueden acceder a pornografía, sin restricciones, puro contenido explícito para adultos.
La pornografía es un tipo de material audiovisual de contenido sexual que personas adultas usan con fines de entretenimiento. Sin embargo, cuando esto llega a niños y niñas, pueden generar problemas bastantes complejos.
Una investigación hecha por el Comisionado de Niños en Inglaterra, apunta a que uno de cada 10 niños ha visto pornografía antes de los nueve años.
Asimismo, El Heraldo, refiere, en base a consultas a especialistas, que niños de seis años ya han visto pornografía, al menos una vez.
La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) alertó, a través de un informe, que la edad media de acceso al porno está alrededor de los 8 años.
El informe «(Des)información sexual: pornografía y adolescencia», elaborado por Save the Children«, afirma que la exposición a este tipo de contenidos se da entre los 13 y 17 años.
Agrega además que el 54,1% de los adolescentes, en su mayoría los varones, considera que el porno les ofrece «ideas» para sus propias relaciones sexuales. Además, el 54,9% sostiene que tiene la intención de poner en práctica lo que vio.
¿Esta situación se replica en Paraguay?
Latitud25 conversó con Ariel González Galeano, psicólogo clínico y máster en Salud Sexual y Psicología Clínica.
El especialista responde, en base a las cifras de otros países, que esa realidad también se replica en Paraguay.
«Eso inclusive en contextos en que hablamos del encierro, la pandemia, donde no hay supervisión de adultos, hay niños que antes de los seis a ocho años acceden a los iPads o teléfonos inteligentes», apunta.
Agrega que, lastimosamente, hay niños que antes de los seis años ya acceden a internet. Recuerda que la publicidad está llena de mensajes sexistas y también es muy fácil acceder a pornografía. «Las propias redes sociales como: Facebook, Twitter e Instagram también son un canal de fácil acceso», señala.
Reconoce que no conoce de estadísticas nacionales que reflejen este fenómeno, pero sostiene que, en algunas terapias de pareja, supo de casos en que una de las partes le reclama a la otra que un niño de 5 años estuvo expuesto al porno, por dar un ejemplo.
Comenta que, cuando se les explica que eso puede exponerles hasta a una situación de abuso sexual, van tomando consciencia.
«Muchos padres a veces se olvidan de la responsabilidad que es tener una criatura, no los controlan», añade.
Si bien la tecnología en algunos casos puede ayudar al desarrollo, aconseja a los padres hablar con neuropsicólogos, respecto a la estimulación temprana.
«Puede ser beneficioso (el uso de tecnología) Siempre y cuando sea utilizada por cierto tiempo, se habla de entre una a dos horas máximo, incluso menos, dependiendo de la edad».
Exposición a abusos y violencia
El problema de acceder a pornografía, en primer lugar, consiste en que la gente termina aprendiendo como si esta fuera una fuente viable. Lo segundo, tiene que ver con la creencia de que es un modelo a seguir.
«Es más, a través de esa exposición se normalizan ciertas conductas, que en realidad son situaciones de violencia. Si bien, tenemos que recordar que es una forma de entretenimiento para adultos, no es un fin educativo ni informativo. Es un entretenimiento, que a veces se basa en la ficción –para exacerbar el placer en las relaciones sexuales–, pero no es con un fin educativo, un material formativo», enfatiza el especialista.
Cuando un niño, niña o adolescente accede a ese contenido, puede normalizar estas situaciones. Entonces piensa que así tiene que ser y se expone a situaciones como esas.
«Entonces consumir material pornográfico los vulnerabiliza a posibles situaciones de abuso sexual y también que un niño, niña o adolescente no va a tener la capacidad cognitiva para evaluar los riesgos de las conductas que están realizando», advierte.
Qué hacer si tu niño/a ve porno
El psicólogo y sexólogo recomienda clarificar con nombre y apellido, en términos sencillos y concisos. Empezar señalando que ese material es un contenido para adultos, no es para niños. Decirles que los niños no deben acceder a ese material y así ir repitiendo. Hacer énfasis en que esa conducta lo hace un adulto, cuando es grande y puede decidir.
«Básicamente son mensajes repetitivos en los que se establecen los límites; de que eso es para adultos. Los niños no consumen eso, no deben exponerse a eso», subraya.
El problema, remarca, es que los niños normalicen la situación. Sin embargo, al repetirles que no es adecuado para su edad, generalmente ellos van tomando consciencia de que eso no se hace.
El experto hace un destaque sobre lo que implica la no estigmatización de la sexualidad en los niños y no exagerar al momento de establecer esos límites, porque en el futuro puede incidir en ellos.
«Mucha gente dice que la pornografía es enfermiza, satánica. La pornografía no es para satanizar, tampoco para irse a esos extremos, porque muchas veces algunas parejas lo usan como disparador del deseo sexual. Si de chicos les decimos que es satánico, asqueroso, van a llegar a un mensaje en que todo lo que tenga desnudez o placer está prohibido. Hay adultos que tienen una visión muy exacerbada hacia todo lo que es material erótico. Entonces hay que tener cuidado con los mensajes que damos», asevera.
Cómo evitar situaciones extremas
Ariel González Galeano considera que hace falta mucha educación sexual, no solo en niños, niñas y adolescentes, sino también en adultos y adultos mayores.
«En toda la población paraguaya falta educación sexual formal, informal, en todos los niveles. Hay veces que vienen a la consulta personas que ni siquiera saben cómo utilizar un preservativo. No hablo de hace cinco años, hablo de meses recientes. Entonces hay un problema para acceder a información correcta y veraz, con bases científicas», refiere.
Manifiesta que las personas tienden a temer a la sexualidad por falta de conocimiento. Aclara que la salud sexual es parte de la salud en general.
«Todos somos seres sexuales y todos tenemos una vida sexual desde antes de nacer y hasta el final de nuestras vidas. Siempre acorde a la etapa evolutiva. En la edad en que estamos hablando de cinco o seis años estamos hablando de que tienen que aprender cómo se llaman los genitales, que nadie los puede tocar y que nadie puede hacer lo que no quiera. Ahí estamos previniendo el abuso sexual», observa.
En cuanto a la prevención, explica que cuando hablamos de prevención tenemos tres tipos: La primaria, secundaria y terciaria. La primaria es cuando todavía no hay un problema; secundaria cuando estamos lidiando con el problema y terciaria, cuando hay que trabajar en resarcir el problema presente.
«La posesión de pornografía de niños en nuestro país tenemos que hablar de prevención terciaria. Hay que insistir con los adultos, que somos papá y mamá, que puedan leer este artículo. Un niño va a tener cierta curiosidad –parte del crecimiento de todo ser humano es tener curiosidad–. En vez de cortar esa curiosidad hay que direccionarla hacia lugares más sanos», recomienda.
Instalar discusiones en todos los estratos
Con respecto al ejemplo que pueden dar estos materiales en futuras conductas violentas. Refirió que existe todo un debate respecto al aprendizaje. Este se puede dar, no solo por la exposición al material pornográfico, sino que también guarda relación con lo que ven en sus padres y amigos, en las publicidades y en el ambiente social.
«Cuando hablamos de modelos machistas, heteronormativos, patriarcales, eso no es solo la pornografía. Creo que tiene que ver con un sistema mucho más complejo que venimos arrastrando de varias generaciones», apunta.
Acota, que esa norma generacional del machismo es la que exacerba que el hombre tiene que tener control, ejercer violencia, y que la mujer tiene que ser sumisa, estar en función al hombre.
«Esas son discusiones que tenemos que tener en todos los estratos, no solo en la academia o en consultori, sino también en políticas públicas. Ahí es cuando la educación integral de la sexualidad de puede favorecernos», concluye.