Los bosques son el reservorio de vida de la Tierra. Son el sustento de una quinta parte de la población mundial, entre la cual se encuentran zonas con los mayores índices de pobreza del mundo.
Es decir, 1.300 millones de personas dependen de los bosques para obtener un empleo, productos forestales, medios de subsistencia e ingresos.
Al trabajar con la naturaleza es posible evitar la liberación de «carbono irrecuperable» y conservar la biodiversidad, un elemento esencial de nuestro tejido económico y social con gran incidencia en las industrias que tenemos y los alimentos que comemos.
En pocas palabras, al invertir en la conservación de bosques, se garantiza la subsistencia no solo de la flora y la fauna que allí habitan, sino además una serie de elementos indispensables para la vida de las comunidades.
Esto es lo que plantean los proyectos bajo el modelo REDD+ (Reducción de Emisiones Causadas por la Deforestación y Degradación Forestal), establecer mecanismos efectivos para que producir más y mejor sea posible, pero priorizando un criterio de conservación del recurso natural.
Una diferencia clave
Para entender la diferencia entre tipos de reservas, es bueno distinguir algunos conceptos básicos y elementales.
Reserva Natural es una categoría de área natural protegida. Sin embargo, la Reserva Forestal comprende el 25% de la propiedad que tiene que mantenerse como bosque, a modo de reserva forestal, pero que es susceptible de uso.
La reserva forestal no es un modelo de conservación, es un modelo de almacenamiento para usos forestales con un fin productivo. Es decir, uso de recursos maderables, producción de carbón, etc.
Si las reservas naturales son reconocidas oficialmente, estas propiedades pasan a ser parte de la categoría de área protegida que forma parte del Sistema Nacional de Áreas Silvestres Protegidas (SINASIP).
Al reconocer como oficiales las reservas naturales privadas, pasan a formar parte de la red de reservas nacionales, de la cual forman parte los parques nacionales y otras áreas de conservación.
Por un lado se comprenden las áreas conservadas como tal y por otro, los bosques regenerados, lo que, en términos de conservación, no son lo mismo.
El modelo REDD+ no es para regenerar bosques, es para conservarlos en el estado en el que están, pueden ser bosques vírgenes o alterados, pero la intención es dejar el bosque tal como está, de modo a conservar el carbono almacenado en él.
La reserva forestal no puede aplicar para un proyecto REDD+ porque no tiene adicionalidad y ya está siendo conservado.
Esto sucede al talar los árboles
La tala de bosques ocurre debido a numerosas razones: para su destinación a actividades agrícolas, el pastoreo de ganado, la construcción de una mina, la ampliación de una infraestructura o de una ciudad, la construcción de complejos habitacionales, etc. Todas ellas, por el avance de la actividad humana vinculada al interés económico.
Pero cuando se talan árboles, no sólo se libera el carbono subterráneo y aéreo almacenado por estos, sino que se previene activamente que sigan creciendo y absorbiendo más carbono de la atmósfera, tanto a corto como a largo plazo.
Además, el déficit de árboles representa la disminución de sombra natural, la desaparición de fuentes hídricas y, en última instancia, la sequía, que afecta a los agricultores, entre otros grupos humanos.
En otras palabras, al talar árboles se está impulsando simultáneamente el calentamiento global y la reducción de nuestra capacidad para abordarlo.
La conservación de los bosques es clave no sólo para abordar el cambio climático, sino para desarrollar nuestra resiliencia colectiva, al prevenir la inminente crisis de biodiversidad que se avecina y reducir el riesgo de enfermedades infecciosas transmitidas por animales, tales como las que hoy padece el mundo entero.
El principal objetivo de REDD+ es mitigar la deforestación y conservar bosques con actividades sostenibles; establecer un incentivo a las actividades humanas que aseguren la reducción de emisiones causadas por aquellas acciones del hombre que generan deforestación, como agricultura migratoria, tala ilegal, minería ilegal, o cualquier otra.
‘Áreas Protegidas de Carbono’
Los países que reciben fondos tienen que implementar políticas y programas que reduzcan las emisiones de CO2 derivadas de la deforestación y la degradación forestal.
En teoría, cualquier política o programa que reduzca la deforestación y la degradación podría recibir fondos de los países más ricos.
Algunos ejemplos posibles de tales políticas o programas, están orientados a que los gobiernos refuercen el orden público, que tengan un mejor manejo de incendios y prácticas de gestión sostenible de los bosques o que modifiquen sus leyes para lograr detener la tala a gran escala o las actividades forestales de conversión como las plantaciones.
Esto significa que bajo REDD+ se crearían nuevos tipos de ”áreas protegidas de carbono” en grandes áreas de bosques, evitando la deforestación y la degradación de estos bosques con el objetivo principal de reducir las emisiones de CO2.
Esto podría llevarse a cabo mediante acciones de gobierno (como ahora las áreas protegidas gubernamentales) o podría hacerse mediante áreas protegidas a nivel local (por empresas, ONG de conservación y otros).
La capacidad instalada en organizaciones comunitarias provenientes de los pueblos indígenas, también podría ser un mecanismo de implementación efectivo de estas redes de trabajo ya instaladas en la comunidad.
Proteger ‘los bosques que corren riesgo’
José Luis Cartes, director ejecutivo de la Asociación Guyra Paraguay, explicó a Latitud25 que los proyectos REDD+ apuntan a la conservación del carbono contenido en la biomasa vegetal, mediante la conservación de masas boscosas naturales y nativas.
La lógica que se aplica es que se protejan los bosques que corren un “riesgo comprobado de deforestación”, explicó. Es decir, los bosques que están sometidos a la tala, quema y conversión a otros tipos de cobertura que no son más bosques.
En el caso de las Áreas Protegidas, declaró que lastimosamente la comunidad internacional no observa que sean áreas factibles de convertir en tierras agrícolas o en desmonte (a pesar del riesgo latente).
Por ello se considera que no tienen adicionalidad, es decir que se aplique un proyecto REDD+ a un área protegida, no suma a la conservación de más bosques, pues esa área no puede desmontarse.
Por ello, Cartes sugiere que las Áreas Protegidas deben someterse a otro esquema de financiamiento de sus operaciones, principalmente basado en el uso turístico de las mismas, o en fondos nacionales derivados del uso de combustibles fósiles como el caso de Costa Rica, o con fondos donados por gente que quiere conservar dichas áreas (voluntad de pago) aunque quizás nunca las visiten, concluyó.
Fuentes de consulta: Programa ONU-REDD, southpole.com, mongabay.com, corteidh.