El sueldo aparentemente ya no alcanza, ni para quienes ganan salario mínimo, ni para quienes perciben más. Un interesante debate que se puso en la agenda debido a los datos proporcionados por gremios de trabajadores sobre la pérdida del poder adquisitivo.
Cabe recordar que los trabajadores agremiados habían solicitado el aumento de G. 850.000, bajo el argumento de que hubo una pérdida del 25% del poder adquisitivo. Sin embargo, el Consejo Nacional de Salarios Mínimos (Conasam) decidió ayer recomendar al Poder Ejecutivo el aumento del 5,1% del salario mínimo vigente, es decir, G. 130.000.
Esto se debe a que la Conasam se basó en los datos del Banco Central del Paraguay, que habla respecto a que la inflación interanual, se ubicó en el 5,1%.
Por ese motivo, es necesario analizar por qué hay tanta diferencia entre las cifras oficiales y la percepción de una gran parte de la ciudadanía, respecto a que el aumento de costos no es tan mínimo. En ese contexto, Jorge Garicoche, economista, consultor e investigador, habló con Latitud25 sobre varios aspectos a considerar.
La pérdida del poder adquisitivo
El economista consideró que los elementos mencionados sobre la pérdida de poder adquisitivo son realmente relevantes. Recordó que desde la aparición del COVID-19, hubo una pérdida de poder adquisitivo que puede variar en porcentajes en cuanto a cifras.
«Pero más allá de los números, es evidente que ha habido una disminución en el poder adquisitivo, exacerbada por la inflación», apuntó.
Resaltó que el conflicto surge en la medición oficial con la percepción ciudadana. Resaltó que, por ejemplo, el Índice de Precios al Consumidor, que mide la inflación, es una representación más precisa de la realidad nacional. Sin embargo, aclaró que la realidad nacional no siempre coincide con la realidad individual de cada persona.
«Es allí donde muchos de nosotros nos enfrentamos a los datos generados por el Banco Central y cuestionamos su veracidad. Es cierto que en promedio nacional los datos son válidos, pero la pregunta es cómo nos ubicamos en ese promedio. Muchas veces, los trabajadores que apenas perciben el salario mínimo no se sienten representados por ese indicador. Esto se debe que incluye una amplia variedad de productos que conforman la economía, donde los alimentos y el transporte ya se llevan el 50% del presupuesto», señaló.
«En realidad, no quiero decir que el indicador no sea válido, ya que resulta muy interesante. Sin embargo, en la realidad de muchos trabajadores que apenas ganan el salario mínimo, es probable que el rubro de alimentos no represente un peso del 30% al 35%, sino más bien del 70% u 80%», explicó.
Por lo tanto, para algunas personas, el impacto de los cambios en el costo de vida, especialmente en alimentos, es significativo y cuando se menciona una compensación del 5%, resulta insuficiente.
«Aquí radica en parte la pérdida del poder adquisitivo, pero este problema requiere un análisis más profundo y también exige medidas que vayan más allá del salario mínimo. No creo que el ajuste del salario mínimo sea la única solución para abordar esta situación», subrayó.
¿Qué hay sobre el efecto rebote?
Garicoche reconoció que existe cierto aumento en los precios o servicios luego del reajuste del salario mínimo. No obstante, dijo que no es tan grande como a veces se cree.
«Es cierto que existe un efecto al aumentar el costo de la nómina, especialmente en sectores como el comercial, donde los costos laborales representan una parte significativa de sus operaciones. Cuando los costos laborales aumentan en cualquier porcentaje, estos deben ser reflejados en el precio de los servicios o productos ofrecidos al mercado», indicó.
En ese punto, resaltó que normalmente los empleadores necesitan realizar ajustes para cubrir esos incrementos y recuperar parte del poder adquisitivo perdido.
«Sin embargo, a su vez, esto implica que estamos perdiendo poder adquisitivo nuevamente por otro lado. Esto se ejemplifica en la expresión de que «los precios suben en ascensores y los salarios suben en escaleras», puntualizó.
La informalidad distorsiona el mercado
En cuanto a la dificultad que representaría un gran aumento del salario, para el sector empresarial, el especialista indicó que los reclamos de los empresarios también son válidos.
Resaltó que esto se debe a que hay un gran índice de informalidad laboral, es decir, estas decisiones solamente afectan a los empresarios formales. Porque quienes no pagan ni siquiera salario mínimo a sus trabajadores siguen siendo competencia para quienes sí pagan IPS y el salario establecido.
En ese punto, dijo que a lo que debemos apuntar, como país, es a la formalización de la economía. Porque mientras sigamos peleando por tener mejores ingresos, la informalidad será un obstáculo.
«Debemos ser severos con la informalidad, porque eso distorsiona el mercado. Eso hace también que no le estén pagando todo lo que le tengan que pagar a sus trabajadores, porque el producto está circulando en el mercado y quita espacio a aquellos que hacen bien y formal las cosas. Así que no es poca cosa el tema de la informalidad y del contrabando», aseveró.
En ese contexto, dijo que para mejorar las condiciones laborales, el enfoque del crecimiento empresarial se debe centrar en conquistar nuevos mercados, generar información y crear oportunidades de acceso.
«A medida que las empresas crecen, también aumentan las oportunidades de empleo, especialmente en empleos de calidad. No es necesario cambiar las normativas, sino asegurarse de que se cumplan desde el principio. Una vez que se garantiza el cumplimiento de las normas, podemos explorar otras mejoras adicionales», puntualizó.
Hubo un aumento veloz de precios y no volvieron a bajar
Jorge Garicoche rememoró que como efecto inflacionario, lo que pasó en gran parte del 2021 y todo el 2022 fue un proceso inflacionario, al cual Paraguay, ya no estaba acostumbrado. Si bien, indicó que, el fenómeno fue a nivel mundial, la elevación de precios ha sido muy fuerte.
Para señalar la escalada de precios que más impacto tuvo en toda la cadena de suministros, debemos recordar la suba constante del precio de los combustibles que al cabo de 18 meses, el precio incrementó en más de 10 oportunidades, llegando a cerca del 80% de suba.
En ese punto, explicó que si hoy vemos un retroceso de la inflación, eso no se traduce en que los precios estén bajando. Para que se entienda bien, lo que significa ese retroceso es que los precios ya no están subiendo en la misma velocidad que subían durante el año pasado.
«O sea, el año pasado, los precios subían muy muy rápido y ahora como que están con un freno de mano y están subiendo con menor velocidad. Entonces hay que hay que entender que cuando los economistas salen a decir que la inflación, por fin se está estabilizando, que está bajando, no significa que hayan bajado de precios; los precios siguen subiendo, pero no en la misma velocidad que estaban subiendo en periodos anteriores», concluyó.
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