En los últimos días, un estudiante de una reconocida universidad privada se ha convertido en protagonista de una historia que causó revuelo en las redes sociales. El joven Rodrigo Zavala realizó amenazas de un potencial tiroteo en la Universidad Americana, por supuestos problemas en una relación amorosa.
Ante la gravedad de la situación, las autoridades tomaron cartas en el asunto, y la universidad presentó una denuncia formal. La Fiscalía, a su vez, ha ordenado la prisión preventiva del joven por sus acciones.
Sin embargo, más allá de estas medidas legales, lo que ha llamado la atención es el impacto y el morbo que rodean este caso en las redes sociales, especialmente en Twitter.
Muchos defendieron las acciones del joven Zavala, culpando a la mujer que recibió las amenazas de tiroteo. Entretanto, otros usuarios compartieron hilos explicando que ellos nunca habían proferido amenazas de asesinato, a pesar de haber sido engañados por sus parejas.
Según informes, el joven se encuentra actualmente internado y se presume que podría estar enfrentando problemas psiquiátricos. En este sentido, el Ministerio Público ha accedido a realizar una evaluación psiquiátrica exhaustiva para esclarecer el estado mental del estudiante.
No obstante, es imperativo subrayar que ni los celos, ni la traición, ni los trastornos mentales pueden justificar la violencia. Esta situación pone en evidencia una vez más la persistencia de la cultura machista en nuestro país, un aspecto que merece un análisis más profundo y una reflexión colectiva.
En una entrevista exclusiva con RadioCast25, la socióloga Diana Vargas comparte sus perspectivas sobre este caso. Además ofrece un análisis sobre las implicancias de la cultura machista en episodios de violencia como este.
Un trastorno mental no justifica la violencia
La especialista en ciencias sociales, refirió que ciertamente es importante determinar si alguien tiene una patología mental, ya que esto debe ser parte de un proceso de diagnóstico adecuado. Sin embargo, resaltó que es problemático basarse únicamente en esa premisa como un atajo para justificar y desconocer la influencia de la cultura machista.
Agregó que es esta cultura la que propicia y legitima este tipo de comportamientos, como hemos visto en el caso de este individuo en particular, cuya violencia es especialmente brutal.
“Es fundamental comprender que estas dinámicas ocurren a diario en relaciones entre compañeros, en relaciones de noviazgo adolescente y en parejas adultas en distintos niveles. A menudo, no es evidente por qué hemos naturalizado estos comportamientos”, resaltó.
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No obstante, recordó que cuando un hombre no tolera un “no” y busca tener el control de la situación, pueden surgir conductas violentas como una forma de amenaza. Cuando en este caso, significó una amenaza de tiroteo.
Sostuvo que la idea no consiste en desconocer que este tipo de situaciones pueden estar relacionadas con la salud mental. Sin embargo, es crucial no desvincular este tema de la discusión.
“No se trata solo de abordar esta situación como un problema de salud física o mental, sino de reconocer que hay un elemento central en juego: una cultura patriarcal y machista. Es esta cultura la que nos lleva directamente por ese camino mencionado anteriormente, ese atajo hacia la culpabilización de la víctima”, dijo la especialista.
Son víctimas, ¿pero también culpables?
En medio de la atención que ha recibido este caso, es evidente que la preocupación generalizada se centra en el agresor, reflexionó Vargas. Resaltó que incluso hay quienes muestran empatía hacia él, cuestionando lo que supuestamente la víctima hizo para provocar su violenta reacción.
“¿Qué llevó al agresor a cometer un acto tan extremo como un asesinato? ¿Por qué recurrió a la violencia? Estas preguntas parecen buscar una justificación, aunque muchas veces se plantean de manera inconsciente. No necesariamente se está tomando partido por el agresor, pero nuestra sociedad tiende a legitimar y buscar respuestas en las acciones de la víctima”, manifestó.
Agregó que, en medio de todo esto, parece que nadie está realmente considerando el sufrimiento que esta joven está experimentando actualmente. Además, es importante mencionar que en las publicaciones en Twitter, los comentarios, son mayormente de hombres, indicó.
En este contexto, prosiguió, se espera constantemente que la víctima sea una persona “correcta”, “intachable”. Acotó que la mayoría la juzga por un video que se viralizó. Sin embargo, resaltó que poco y nada se sabe del resto de lo que ha ocurrido en ese vínculo.
Advirtió que en nuestra sociedad es alarmante cómo se critica la reacción de las víctimas, imponiendo condiciones sobre su apariencia, reacciones y comportamiento para que sean consideradas “buenas víctimas” y merezcan empatía. Esto nos obliga a replantearnos y aprovechar situaciones como esta para un análisis profundo y una reflexión más amplia.
“Es fundamental cuestionar las versiones establecidas y evitar destilar más odio y machismo en estos casos. ¿Con qué coherencia podemos exigir a un adolescente que no ejerza violencia en su colegio o en su hogar? ¿Si los mismos hombres que critican esta situación son los que se presentan frente a las escuelas exigiendo expulsiones y rechazo a aquellos que perpetran violencia? Existe una clara doble moral en juego, con consecuencias graves”, subrayó.
Un enemigo invisible
La abogada y socióloga resaltó que la lucha contra la violencia invisible se encuentra frente a un desafiante obstáculo: las instituciones clave que deberían liderar el debate y abordar esta problemática continúan ausentes.
En ese punto, citó a entidades estatales como: el Ministerio de Educación y Ciencias, el Ministerio de la Mujer. Además de mencionar al Ministerio de la Niñez y la Juventud. Mencionó que estos ministerios no le dan importancia a este debate, dejando a la sociedad desamparada.
“Es fundamental que estas instituciones aborden desde sus bases esta problemática que afecta a todos como sociedad. Es alentador ver que el Ministerio Público actúa con inusual cuidado y atención en casos que involucran ciertos perfiles, pero es necesario que esta consideración se extienda a todos los casos. He sido testigo de jóvenes con evidentes trastornos mentales que no han recibido la misma comprensión y asistencia”, indicó, en base a su experiencia como defensora de Derechos Humanos.
De igual manera, recordó que en varias ocasiones, la Fiscalía imputó una variedad de delitos sin considerar la capacidad mínima de discernimiento de las personas involucradas. Aseguró que esta falta de equidad es preocupante y debe ser corregida.
“No se trata solo de castigar, sino de brindar respuestas integrales. Si bien las universidades privadas están en el centro de atención, es importante recordar que el enfoque político también debe ser inclusivo y abarcar diversas soluciones, sin depender únicamente de un enfoque punitivo”, concluyó.
“Ya nadie más quiere ser director”
Por otra parte, otro punto a considerar, es la creciente amenaza de tiroteos y masacres en las colegios y escuelas del país. Al respecto Miguel Marecos, titular del Sindicato Nacional de Directores del Paraguay (Sinadi) alertó sobre la enorme responsabilidad que tienen los directores y docentes de escuelas y colegios, para prever estos hechos, pero sin herramientas de prevención.
“Ya nadie más quiere ser director”, dijo Marecos al destacar que la baja remuneración de los directores y la exposición que tienen las autoridades escolares ante la eventualidad comisión de ataques, hacen que los docentes no quieran asumir tanta responsabilidad.
En relación a los antecedentes dijo que mejorarán las resoluciones del Ministerio de Educación y revisarán las normas de convivencia institucional para realizar modificaciones necesarias.
“Evaluaremos el Código de la Niñez y la Adolescencia para identificar posibles cambios en leyes y artículos. En cuanto a la comunicación con los padres, promoveremos su participación activa en la escuela para conocer el estado y actividades de sus hijos, y estableceremos un seguimiento más riguroso con el próximo gobierno”, aseveró.
También comentó que van a proponer contar con la autorización de los padres para realizar revisiones aleatorias de mochilas como medida preventiva, evitando que evidencias desaparezcan.
“Buscaremos implementar estrategias efectivas y paralelas a nuestras acciones para intervenir de manera preventiva y con empatía”, concluyó.
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