El espectro de violaciones de derechos de niños, niñas y adolescentes es amplio y variado. Los casos de abuso físico, psicológico y sexual de menores de 18 años son parte de la agenda mediática a diario. El índice local habla que por día dos niñas entre 10 a 14 años son madres en Paraguay.
Sin embargo, esos datos hablan desde la consecuencia de un drama aun vigente, mucho más normalizado a efectos culturales, que romántica las relaciones de niñas o adolescentes con hombres adultos que muchas veces las duplican en edad.
No existe consentimiento en una relación de una niña con un adulto, y esto se constituye en un caso de abuso, sostienen las autoridades.
En América Latina y el Caribe, 1 de cada 5 niñas ha estado en un matrimonio o unión de hecho con un adulto, de manera forzada. En Paraguay las estadísticas no son muy distintas, esto se replica prácticamente en todos los departamentos del país, menos en Paraguarí.
La Coordinadora por los Derechos de la Infancia y la Adolescencia (CDIA) publicó cifras respecto a nuestro país. El documento señala el Índice de Desprotección de Niñez y Adolescencia por departamentos. Esto tiene tiene su base en la experiencia realizada a nivel global por la organización Save The Children.
“El mayor índice de desprotección para niñas, niños y adolescentes (NNA) en materia de matrimonio infantil se encuentra en los departamentos de: Boquerón (0), Asunción (15) y Canindeyú (15) donde casi la totalidad de NNA se encuentra en desprotección frente a una situación de matrimonio o concubinato”, refiere el material.
Al respecto habló en RadioCast25, la especialista mexicana, Alma Burciaga, directora regional de Girls Not Brides: la Alianza Global para Terminar con el Matrimonio Infantil. Explicó acerca de cómo esta situación afecta a la región.
Las niñas están desprotegidas en América Latina
Burciaga indica que, contrario a lo que se cree en América Latina, realmente se siguen concretando tanto matrimonios infantiles, así como uniones tempranas y forzadas.
Refiere que esto se entiende, ya sea matrimonios formales, es decir, registradas por el Estado o alguna institución religiosa o bien las uniones informales que son aquellas uniones entre dos personas que incluyen a menores de 18 años.
Hace énfasis, primero, en que estas uniones no corresponden a la etapa de desarrollo en la que se debería de realizar ese tipo de actividad. Segundo, asevera que son forzadas también porque no existe un consentimiento pleno, libre e informado.
Remarca que el hecho de que 1 de cada 5 niñas en América Latina y el Caribe se encuentren casadas o en uniones de hecho, es realmente preocupante. “Porque estamos hablando de miles o millones de niñas que están en esta situación en pleno 2023”, subraya.
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No forma parte de la agenda política
Burciaga considera que este es un llamado también para la acción y la inversión de los derechos de niñas y adolescentes. Porque, recuerda que, en nuestra región esto no forma parte de las agendas públicas ni de políticas públicas.
“No ha habido una inversión por ejemplo, no hemos sido capaces de poder reducir las cifras como esperábamos”, apunta.
Advierte que, a este ritmo, con esta ausencia de políticas públicas, de inversión y de ver esta cuestión como una problemática urgente, probablemente cerca del 2030, estaremos alcanzando las cifras que se manejan en Asia y en África, que son las regiones en las que pensamos cuando escuchamos el nombre de matrimonios infantiles y uniones forzadas.
Paraguay supera a la región
Cabe señalar, que en cuanto a Paraguay, el Ministerio de la Niñez y la Adolescencia vino alertando sobre casos de comunidades indígenas que permitían estas uniones entre niñas y personas mayores de edad.
La ministra Teresa Martínez, había comentado que estaban trabajando de cerca con varias comunidades para terminar con esta costumbre.
Sin embargo, especificó que en algunos puntos no tenían una buena recepción. Asimismo, tras un caso de feminicidio en una comunidad indígena, que involucró a un hombre mayor de edad quien asesinó a una niña de 13 años, con quien tenía una relación, varias mujeres indígenas hicieron énfasis en que ninguna costumbre puede justificar ningún tipo de abuso.
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En el caso de Paraguay, cuenta la directora regional de Girls Not Brides, el promedio de niñas o adolescentes –que han estado casadas o unidas– alcanza el 22%.
“Esta cifra es 1% mayor a la media de la región y, por lo tanto, es importante que las autoridades, que las instituciones por parte del Gobierno, volteen a ver la problemática”, enfatiza.
Respecto a la recomendación de la organización, afirma que el abordaje debe ser desde una perspectiva integral y holística.
“¿Qué quiere decir esto? Que no se limite únicamente a la adopción de leyes. Hay una tendencia en toda la región y también a nivel mundial de pensar que con la adopción de una ley o la prohibición absoluta de los matrimonios entre personas menores de edad, se está resolviendo esta problemática, pero no es suficiente”, relata.
Por ese motivo, refuerza la idea de que es necesario invertir en las causas estructurales que lleva a que las niñas y adolescentes o sus familias tomen la decisión de que acepten un matrimonio forzado.
Causas que se deben abordar
La Girls Not Brides detectó tres grandes causas en los que estados deben invertir para evitar que esta problemática siga:
- Desigualdad de género. Lamentablemente existe en Paraguay y en toda la región, con estos roles que miran a las niñas y a las adolescentes como personas que no son sujetas de derechos. Limitan las oportunidades y las opciones de vida para las niñas y adolescentes.
- Falta de oportunidades. Desafortunadamente también tiene un rostro de niñas y adolescentes. ¿Qué quiere decir esto? Que para muchas mujeres, niñas y adolescentes hay menores oportunidades de desarrollo económico y desarrollo en la vida política.
También hay menores oportunidades de educación y acceso a los derechos sexuales. Eso afecta sus opciones de vida.
- Mayor protección. Los estados deberían estar trabajando en garantizar que las niñas y adolescentes, así como las mujeres y todas las personas se desarrollen en entornos estabilizantes. Estos son contextos en donde no hay violencia, que lastimen el desarrollo de niñas y adolescentes.
“Los contextos de violencia, lleva a que en muchas ocasiones niñas y adolescente salgan de sus hogares, porque dentro de su propia casa sufren violencia. Entonces quieren encontrar en una unión temprana una probable opción para escapar de este contexto de violencia. Cuando en realidad se ha comprobado unirse o casarse tampoco va a resolver un contexto de violencia y tampoco significa mayores oportunidades económicas, como de repente cree”, subraya Alma Burciaga.
Hay que cuestionar prácticas y creencias
Finalmente Burciaga recalca que es necesario cuestionar las costumbres o creencias existentes en la sociedad.
Afirma que esto implica cuestionar las muchas prácticas o creencias que tenemos en nuestras sociedades respecto al uso y al control del cuerpo, sobre todo las niñas y de las adolescentes.
En ese sentido, también implica el cuestionamiento a grupos antiderechos que avasallan normativas que amparan a grupos vulnerables, además de derribar el concepto hegemónico del modelo único de familia.
Agrega que se debe repensar cuáles son los valores en el marco de una garantía de Derechos Humanos. “Porque todas las personas tenemos derecho (…) En esta región, el hecho de que ser niña o mujer siga siendo un tema de discriminación nos llama a todas y a todos como sociedad a pensar en estas creencias y estereotipos de género acaban afectando a los derechos de niñas y adolescentes”, concluye.